Siempre con sus matices distintivos, Javier Milei, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, entre otros, se vincularon a la reacción ante dos hechos de profunda repercusión del fin de semana.
Sin necesidad de que mediara el Pacto de Mayo o un acuerdo dirigencial, gran parte de quienes protagonizan la política argentina ingresó en los últimos días en una suerte de guiño informal compartido sobre cuestiones públicas y no tanto.
Las más evidentes de esas expresiones en común se vincularon a la reacción ante dos hechos de profunda repercusión del fin de semana: la condena por el atentado contra Donald Trump y la celebración por el nuevo triunfo de la Selección de fútbol.
Siempre con sus matices distintivos, Javier Milei, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, entre otros, expresaron su rechazo al intento de magnicidio del que fue víctima el ex presidente de EE.UU., en campaña para regresar a la Casa Blanca.
Sea por cercanía ideológica, por conveniencia, por espíritu corporativo o por lo que fuera, bienvenida la condena a la violencia, la que debería ser una condición sine qua non para cualquier democracia. Sería deseable, claro, que además se desactivaran discursos de odio -acá y en el mundo- que agitan furias (auto) destructivas.
Esos mismos tres personajes centrales de nuestro sistema político también se subieron, junto a tantísimos más, al aplauso por la nueva Copa América que obtuvo el equipo dirigido por Lionel Scaloni.
También con sus diferencias de tono, Milei, Macri y CFK buscaron sumarse/subirse a la alegría popular que provoca el fútbol y este equipo en particular, que pese a invitaciones y presiones intenta mantenerse al margen de estos avatares políticos.
Hay h.ilos menos visibles que conectan en la coincidencia a los tres líderes, pese a lo que expresan. Milei vuelve a mutilar la mano invisible del mercado para intervenir en la venta de dólares desde las reservas del Banco Central, con el objetivo de bajar su cotización y reducir la brecha cambiaria. Altri tempi, a ese tipo de injerencias debieron apelar quienes lo antecedieron en la presidencia.
La reformulación de los servicios de inteligencia -para que todo siga siendo tan normal, diría Charly García- es otro sendero ya transitado por los predecesores de Milei. Más allá de que el asesor premium Santiago Caputo es la cara nueva detrás de la iniciativa, los cambios son una vuelta al pasado.
No se trata tanto por el retorno a la denominación de origen, Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y es casi una anécdota, sino por el regreso de actores muy oscuros de ese pasado que supuestamente se desea dejar atrás, como se detalló en un texto de PERFIL el domingo último (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/algo-huele-mal-por-javier-calvo.phtml). ¿Quién decía “no se puede cambiar con los mismos de siempre”?
Emparentada a esa misma lógica se halla la promoción oficial para que el controvertido juez federal Ariel Lijo ascienda a la Corte Suprema. El magistrado debe ser votado por los dos tercios de los presentes en el Senado, cuando se trate su pliego. Ello sólo podría ocurrir con el respaldo del bloque kirchnerista. Lijo asegura que ya los tiene.
Debe creer lo mismo su padrino en el alto tribunal, Ricardo Lorenzetti, que disfruta de la feria judicial invernal tras pegar el faltazo a la invitación presidencial para asistir a Tucumán y recibir el 9 de julio con el Pacto de Mayo.
La ausencia, con aviso a las autoridades, trató de ser suplida con una llamativa nota de un conocido portal en ese Día de la Independencia. La información daba cuenta de un evento judicial, en el que Lorenzetti expuso junto a Lijo, sin disimulo. Lo curioso no fue tanto esa dupla, sino que dicho acto había sido una semana atrás, porque el supremo para el 9 de julio ya gozaba de una licencia pre feria para disfrutar del sol de Italia. El calorcito del poder tampoco tiene grietas.
Por Javier Calvo-Perfil