La pelea porteña se convirtió en un test de liderazgo para la hermanísima, mientras el PRO se juega su continuidad y el peronismo su techo histórico.
Manuel Adorni no quería –ni quiere– ser candidato. Silvia Lospennato fue el plan C de los Macri, Mauricio y Jorge, entró incómoda a la campaña y recién en la última semana pareció encontrar su eje. Leandro Santoro asumió la lógica, de manual, del operador Juan Manuel Olmos: para ir en busca de la ansiada jefatura de Gobierno dentro de dos años debía jugar y ganar en la inusual desdoblada porteña.
Ultranacionalizada, una elección chiquita de “concejales” porteños es analizada como un punto de quiebre de impacto masivo en la política criolla. Sin embargo, la expectativa sobre lo que puede ocurrir el día después es desmesurada. Si, como hay amplio consenso entre las consultoras, el domingo a las 21 las pantallas anuncian a Santoro primero, Adorni segundo y Lospennato tercera, el resultado estará amortizado.
¿Hay margen para sorpresas? Claro. El péndulo más amplio baila sobre el vocero presidencial. Contra ola, los estudios de Isasi-Burdman y Opinaia ubican al libertario en primer lugar. Mientras unos cuantos, como CB, Federico González y Circuitos, lo colocan tercero detrás del Lospennato. En general, Adorni aparece segundo y todo el aparato político y comunicacional de la Casa Rosada apunta a, de mínima, consolidar ese lugar muy por encima del PRO.
La obsesión de Karina
Javier Milei se metió de lleno en la campaña de CABA. Más que por Adorni, el libertario se lanzó al barro porque la Ciudad es la fantasía política del Jefe, Karina Milei. La hermanísima es la figura con peor imagen del Gobierno, su negativa es alta y carece de eso que los analistas llaman drivers positivos. Es decir: no tiene rasgos buenos, la escasa positividad la tiene por ser “hermana de” y no se destaca ni por tener malicia. No tiene “profundidad”.
Santiago Caputo, expuesto y enredado en múltiples polémicas –la SIDE, ARCA, los trolls, peleas públicas– rankea mejor que Karina. Para la elección de CABA, el asesor y la hermanísima estuvieron de acuerdo en no pactar con el PRO. Pero tuvieron diferencias, como ocurrió en Santa Fe, sobre qué tipo de armado desplegar, en particular con una figura como Ramiro Marra, miembro fundacional de LLA que fue exiliado del espacio por Karina.
Con la foto previa, la exclusión de Marra aparece como causante de que Adorni no gane. En varios estudios, la intención de voto hacia la marca LLA está por encima del PRO y del peronismo, pero el portavoz no consigue capturarla toda. Un poco por demérito propio, otro porque Marra todavía es visto como una especie de libertarismo bis y ni él ni la Casa Rosada se esforzaron personalmente por negarlo. Un estudio que miran en LLA indica que 6 de cada 10 votos de Marra irían a Adorni si el influencer financiero no fuese candidato. Esa mala praxis es 100% de la hermana, quien, además, se quedó con toda la boleta sin darle espacio a la tropa caputista.
Si Adorni desciende al tercer lugar, el golpe sería en todas las líneas: al Gobierno y a Karina, pero sobre todo a un Javier Milei que escenificó, con el aporte de Santiago Caputo, una batería de anuncios taquilleros para tratar de darle un envión final al portavoz. Se armó un show de medidas: el segundo blanqueo, la relanzada política migratoria (ya anunciada en diciembre de 2024) y la baja de aranceles a la importación de productos electrónicos.
Es un rasgo del juego extremo: la medida pega en Tierra del Fuego, donde, según la senadora Cristina López, pone en riesgo 4 mil puestos de trabajo. Este miércoles hubo movilizaciones en la provincia. El aporte de Federico Sturzenegger, respecto a convertir la isla en un parque al estilo Disney, no sumó buen clima entre los fueguinos. En 2023, a pesar de viajar a Ushuaia y anunciar que eliminaría el régimen promocional, Milei salió segundo en la general presidencial y ganó el ballotage con 53,3% de los votos.
El lamento de Mauricio
Macri, jefe del PRO, emerge –con el anticipo más anunciado: Lospennato tercera– como uno de los principales derrotados. Más, incluso, que su primo jefe de Gobierno, quien tendrá dos años para intentar recuperar centralidad. La pelea en CABA exhibió una versión muy floja de Mauricio. Su participación en la campaña fue casi todo en negativo. Parece atravesar un duelo anticipado: pasaron la negación y la ira, luego no pudo negociar y ahora está en la etapa depresiva, escala previa a la aceptación.
El lamento de Macri es un estado curioso para un dirigente a quien se le reconoce su poder destructivo. La última etapa del PRO lo constata: animó la guerra entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, dinamitó las chances del partido y la foto de hoy muestra que ninguno de los dos sigue en el PRO. Larreta decidió encarar su despedida con un ritual que parece una venganza: su performance daña al macrismo, pero también deteriora a Santoro. Si Larreta no fuese candidato, 2 de sus votantes irían a Santoro, 2 a Lospennato y solo 1 a Adorni. Simple: más allá de conspiraciones y versiones, la candidatura de Larreta es puro beneficio para la Casa Rosada.
El exjefe de Gobierno explicó que la “municipalización” de su campaña responde a que fue, asume, tan desastrosa su experiencia nacional y su candidatura presidencial que el único ancla de expectativa que tiene para ofrecer es su gestión en CABA. “Todo lo que saque es más de lo que tengo”, dice Larreta, que evaluó, además, la oportunidad para romper definitivamente con el PRO. Este turno puede ser, eso sí, su última aventura política aunque (o justamente por eso) gane una banca porteña.
El club de los derrotados
Al final, todo lo que fue el ecosistema Juntos por el Cambio, con preminencia del PRO en CABA, se arriesga a una deriva electoral porque se desintegra, quizá por la ausencia de un opositor fuerte como era Cristina Kirchner, aquella mega unidad que iba de Macri a Martín Lousteau, de Elisa Carrió a Larreta, y que con éxito contrapesó con el PJ durante la única década. Todos, si se confirman los pronósticos, pierden.
Pero no están solos en el club de los potenciales perdedores. Un segundo lugar de Adorni, aunque pueda depender del número, no dejaría de ser un mal resultado para la fortaleza que dice exponer el gobierno de Javier Milei. Es cierto que, al día siguiente, se podrá hacer la sumatoria de listas de hemisferio derecho y acumular más del 55% de los votos, pero, como marca pura y dura, estar debajo de los 25 puntos sería un resultado magro para la Casa Rosada, sobre todo luego de que Milei ganara con 58% la segunda vuelta del 2023, tras haber sumado menos de 17 puntos como candidato a diputado en 2021 y algo más de 20% a nivel legisladores en 2023.
El universo JxC tuvo un ciclo de ascenso desde 2007 a 2019 y, desde entonces, empezó a caer, según un análisis de los resultados para diputados nacionales en CABA que hizo Alfredo Serrano Mancilla, que detecta otra particularidad casi contraintuitiva: en las últimas tres elecciones en CABA, siempre para diputados nacionales, el peronismo tuvo mejores performances que en la década K.
El karma peronista
“Si no cambiamos el sistema electoral, mientras exista el ballotage, nunca vamos a ganar”, se confiesa un dirigente del peronismo porteño y pone en escena una dificultad que se cristalizó en cada elección de CABA: el techo del peronismo, al menos para jefe de Gobierno y legisladores, anduvo cerca de los 33%. El voto anti resultó, cuando se disputó la jefatura de Gobierno, un problema instrumental frente a un escenario de minoría política.
Es el futuro que acecha a Santoro, quien tiene por delante el compromiso de superar las fronteras del peronismo de estos tiempos que, como detalla Serrano Mancilla, en las legislativas intermedias nunca superó el 26% de los votos. Es, si se quiere, un techo bajo, pero con la presunción de un Santoro que amplía, debería ubicarlo con más chances. Sobre todo porque las dos ofertas peronistas que no están ahí —la de Juan Manuel Abal Medina y la del morenista Alejandro Kim— no aparecen, al menos en las encuestas, como figuras amenazantes. Olmos, el estratega de Santoro, ordenó una campaña con la centralidad absoluta del candidato a legislador, un proceso que supone una deskirchnerización para escaparle a la polarización que agitó LLA con su eslogan: “libertad o kirchnerismo”. Con esa lógica, Santoro no solo debe ganar sino que, además, debe superar la media histórica.
Hay una paradoja: la afirmación de que el peronismo no gana en la Ciudad de Buenos Aires la contradice la historia. Lisandro Sabanés, un apasionado por las elecciones, hizo un seguimiento de los resultados electorales del peronismo desde 1946 hasta el 2023 y sorprendió con un dato: en este período, el peronismo ganó diez elecciones en la Ciudad, si se computan presidenciales, constituyentes, de legisladores nacionales y locales. Las más recordadas son la de Erman González, como candidato de Carlos Menem, en 1993. Se suele olvidar que Cristina Kirchner ganó la presidencial en la Ciudad en 2011 con 35,5% de los votos y que Menem, por unas décimas, derrotó a Eduardo Angeloz en 1989.

Por Pablo Ibáñez-Cenital