Pakistán, un país de casi 250 millones de habitantes, con armamento nuclear y clave en el mapa del sur de Asia, con una democracia tutelada por sus Fuerzas Armadas, celebra elecciones en un contexto de inestabilidad regional y políticamente revuelto por la proscripción del líder opositor Imran Khan.
Unos 127 millones de pakistaníes podrán votar este 8 de febrero para elegir nuevo parlamento en unas elecciones marcadas por la inestabilidad política regional, la tensión política interna por la proscripción del encarcelado líder opositor Imran Khan y por una delicada situación económica de este país del sur de Asia, sexto país más poblado del mundo potencia armamentística nuclear.
La fuerza favorita según los sondeos es la oficialista Liga Musulmana de Pakistán – Nawaz (PML-N), del primer ministro Shezbaz Sharif y que lleva como candidato a su hermano mayor, el expremier Nawaz Sharif, que había sido destituido por corrupción en 2017 pero fue indultado recientemente y volvió del exilio en Europa.
En la oposición más dura quedó el Partido por la Justicia (Tehreek-e-Insaf – PTI) de Khan, quien al igual que Sharif terminó destituido en 2022 y recibió dos condenas a 10 años y 14 años de prisión sólo días antes de los comicios. Desde la cárcel, el líder opositor denuncia persecución a sus candidatos.
Hoy, la Liga Musulmana ostenta la mayoría del Parlamento, con 126 bancas contra las 116 que le quedaron al PTI de Khan, muchos de cuyos candidatos se presentan esta vez como independientes para evitar nuevas inhabilitaciones.
Shezbaz Sharif llegó al poder después de que el PML-N se uniera a la oposición para destituir a Khan (2018-2022) con una moción de censura y pusiera fin a una agitada experiencia de renovación del sistema político, tutelado por los militares.
Las elecciones, de las geopolíticamente más relevantes en este año récord de comicios a nivel global, se celebran cuando la debilitada economía de Pakistán quedó bajo un rescate de 3.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), que evitó un default de su deuda soberana el año pasado.
La inflación de la economía pakistaní, con el 41° PIB del mundo pero 180° si se mide per cápita, aumentó en diciembre un 29,7% interanual en 2023, la más alta de su historia, y su moneda cayó a mínimos históricos hasta el rescate del FMI.
Mientras tanto, un intercambio de bombardeos con Irán en la región fronteriza de Baluchitán, simultáneos con los ataques de los grupos hutíes pro iraníes en el Mar Rojo y la crisis en la Franja de Gaza, llevó la tensión al máximo en la región. Rápidas negociaciones bilaterales descomprimieron la situación.
Irán había atacado con misiles y drones a un grupo “terrorista” baluche en suelo paquistaní. Pakistán respondió bombardeando grupos insurgentes del lado de Irán. Las escaramuzas, de una envergadura sin antecedentes, dejaron 11 muertos.
La tensión en la frontera pakistaní-iraní precede a los primeros ataques de Estados Unidos en territorio de Irak y de Siria, a principios de febrero, contra grupos insurgentes chiítas vinculados con la Guardia Revolucionaria de Irán.
El enemigo principal
Desde que fue destituido en 2022, Khan -una popular ex estrella de cricket de 71 años condenado ya en 2023 a tres años de prisión por polémicos cargos de corrupción- se enfrenta a decenas de causas y está electoralmente inhabilitado.
De una de las causas, por espionaje, Khan se defiende denunciando una alianza de los militares pakistaníes con Estados Unidos para destituirlo, porque como premier hizo una visita a Moscú poco antes de la invasión rusa a Ucrania.
Khan fue sentenciado dos semanas antes de estas elecciones a 10 años de prisión, justamente, por la divulgación de un cable diplomático del embajador de Pakistán en Estados Unidos que el líder opositor presentó como prueba del presunto complot de Washington y el Ejército de Pakistán en su contra.
Días después, Khan recibió otra condena por corrupción, esta vez a 14 años de cárcel, en otra causa también vinculada con la gestión de regalos como premier.
A su vez, el PTI de Khan, que ganó en 2018 y lo llevó al poder, fue privado por la Comisión Electoral de su símbolo electoral tradicional, un bate de cricket. El partido denuncia persecución y sus candidatos se presentan ahora como independientes, muchos de ellos escondidos de una represión que los militares niegan.
Los militares pakistaníes, que dieron un golpe de Estado en 1977 para derrocar el gobierno de Zulfikar Ali Bhutto, gobernaron durante 11 años y llamaron a nuevas elecciones en 1988, pero continúan siendo un actor principal del sistema político del país, aliado principal de Estados Unidos en la región.
Tercera fuerza
El Partido Popular de Pakistán (PPP), de centro-izquierda, liderado por Bilawal Bhutto Zardari, de sólo 35 años, y por su padre, Asif Ali Zardari, es la tercera fuerza en liza, fuera del poder desde 2008.
El PPP fue fundado por el ex primer ministro Zulfikar Ali Bhutto, y liderado por la madre de Zardari, la también ex primera ministra Benazir Bhutto. Zardari fue canciller del gobierno que siguió a la destitución de Khan, en 2022.
Bhutto Zardari destaca como líder joven en una nación aún más joven: la media de edad pakistaní es de 20 años, pero sus líderes tienen más de 70 años. Su programa y su campaña se centran, justamente, en conectar con la juventud con planes para combatir el cambio climático.
Pero “Nawaf Sharif es el favorito porque él y su partido han recuperado la simpatía de los militares”, afirma Michael Kugelman, especialista en Asia Meridional del centro de estudios Wilson Center de Washington.
“En el ambiente polarizado y de venganza de la política pakistaní, es brutalmente sencillo: Nawaz es un rival acérrimo de Imran Khan, y eso le viene bien al ejército, que se volvió contra Khan y no quiere que vuelva al poder”, dijo Kugelman.