Venezuela será escenario este 28 de julio de unas elecciones para las que la oposición a Nicolás Maduro superó sus divisiones, sorteó los obstáculos legales del gobierno y postula al diplomático Edmundo Gonzalez Urrutia como candidato, en un escenario político partido en dos tras 25 años de chavismo y, según el propio presidente, al borde de “un baño de sangre”.
Unos 17 millones de venezolanos podrán votar en las presidenciales de este 28 de julio, en las que Nicolás Maduro (2013-2024) buscará un tercer mandato desafiado por una oposición que, con la candidatura del veterano diplomático Edmundo González Urrutia, tratará de sacar provecho del desgaste de 25 años de gobiernos chavistas, en un contexto de agria polarización política.
Muchas encuestas vaticinan esta vez la derrota del izquierdista Maduro (61), quien lleva 11 años en el poder tras heredarlo por la muerte del presidente Hugo Chávez (1999-2013) y ser elegido después dos veces, pero en comicios cuestionados por su legitimidad desde la oposición derechista y también Estados Unidos, que denuncian constantemente violaciones a los derechos humanos.
Aún así, al cabo de varios años de sanciones económicas de EEUU y de la ruptura de relaciones en 2019, Washington y Caracas reanudaron en 2023 un diálogo informal, lo que llevó al número dos del Partido Socialista Unido (PSUV) y figura chavista Diosdado Cabello, al dar por segura una victoria oficialista (en total habrá 10 candidatos presidenciales; las legislativas, regionales y locales serán en 2025).
“Qué sentido tiene hablar con alguien que se va. El mundo lo sabe, 749 observadores y 97 países vienen a las elecciones. No hay elección en el mundo a la cual vengan tantos países”, afirmó Cabello sobre la transparencia de los comicios y la alarma opositora por fraudes con el sistema de voto electrónico.
“Habrá paz en este país, no habrá violencia, porque actuaremos de una vez. No les va a quedar más remedio que reconocer la victoria de Nicolás Maduro”, insistió Cabello sobre el día después de las elecciones y eventuales acciones directas de ambos bandos. Entre 2014 y 2019 el país fue escenario de masivas protestas opositoras que reprimió con violencia el gobierno.
Pero Maduro tensó el clima al límite: “El 28 de julio, si no quieren que Venezuela caiga en un baño de sangre, en una guerra civil fratricida producto de los fascistas, garanticemos el más grande éxito, la más grande victoria de la historia del poder de nuestro pueblo”, lanzó en un acto de campaña. Al otro día, Corina Machado, líder de la oposición pero inhabilitada como candidata, denunció al gobierno por cortarle los frenos al vehículo en el que se transportaba en la campaña.
Los Acuerdos de Barbados firmados por gobierno y oposición en octubre de 2023 para abrir un proceso de completa normalización democrática llegan convertidos en papel mojado. Maduro lo dio por superado con el cronograma electoral que culmina el 28 de julio. La oposición insiste en que el pacto sigue rigiendo, otro síntoma de la falta de consensos básicos que envuelve a la política venezolana.
Los otros candidatos presidenciales son Daniel Ceballos (Arepa Digital), Benjamí Rausseo Rodríguez (Confederación CONDE), Claudio Fermín (Soluciones), Enrique O. Márquez Pérez (Centrados), Luis E. Martínez Hidalgo (Acción Democrática), Javier Bertucci (El Cambio), Antonio Ecarri (Lápiz) y José Brito (Primero Venezuela).
En la boleta única a utilizar figuran los 38 partidos que integran alguna de las alianzas. Como la mayoría son pequeñas fuerzas oficialistas, la imagen de Maduro aparece muchas más veces (13) que la de González Urrutia y demás candidatos, lo que mereció denuncias de la oposición.
El liderazgo opositor
En las urnas, la oposición votará la boleta de González Urrutia, pero el liderazgo político lo retiene la ex diputada liberal María Corina Machado, amplia ganadora (92,5%) de las primarias pero inhabilitada después por la Contraloría General de la República, al igual que ocurrrió enseguida con su sustituta formal de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), la académica Corina Yoris.
González Urrutia, de 74 años, es un diplomático de carrera que lideró la Mesa de la Unidad Democrática que articuló a la oposición antes de la formación de la PUD. Funcionario experimentado de la Cancillería, fue embajador venezolano en Argelia entre 1991 y 1993, y en Argentina entre 1994 y 1998, ya con Chávez en el poder.
“Un candidato que ha sido apoyado por todo el mundo, por todos los partidos políticos, por los ciudadanos de bien”, comentó Machado sobre González, a quien representa con su figura en actos por todo el país. También acudió en su apoyo otro líder opositor, el influyente gobernador de Zulia y opositor moderado Manuel Rosales, quién retiró su propia candidatura presidencial.
“Ella es una líder fundamental de la oposición venezolana. Ganó unas elecciones primarias con una altísima votación. Sobre ella están sembradas muchas esperanzas por buena parte la del electorado venezolano y muy seguramente ella ocupará una posición destacada en el gobierno”, dijo González, sin precisar más sobre el lugar que podrá ocupar Machado en un eventual gobierno derechista.
“Nuestro norte será la reinstitucionalización de Venezuela”, dijo, y prometió “libre empresa, libre mercado, oferta y demanda, todas esas condiciones que son propias para una economía sana”, y excarcelar a “prisioneros políticos, civiles y militares”.
“Estamos viendo una escalada en la represión”, afirmó Machado dos semanas antes de los comicios, entre denuncias de arrestos ilegales de otras organizaciones civiles, que estiman en casi 300 los presos políticos en el país y documentaron 71 detenciones por razones políticas desde el inicio de la campaña electoral.
Juan Carlos Delpino, rector del Consejo Nacional Electoral (CNE), denunció “los arrestos arbitrarios, obstáculos a la libre circulación, represalias e intimidación atenta contra el ejercicio de los derechos políticos”, y pidió a todas las partes mantener un “clima pacífico”.
¿Contemplan González, Machado y el resto de la oposición una derrota que no reflejan las encuestas conocidas hasta ahora? “Habrá la ola migratoria más grande que ha vivido Venezuela”, hasta cinco millones de venezolanos que huyan del país en los próximos años, alarmó la popular dirigente.
La mayoría de los 7,7 millones de migrantes que ya abandonaron Venezuela -la mayoría en edad laboral y hasta 40% con nivel universitario- lo hicieron después de 2014, según la ONU, en medio de una crisis económica y política provocada por la caída del precio del petróleo y otros factores.
Los venezolanos fueron el segundo grupo nacional más numeroso de migrantes detenidos en las fronteras de Estados Unidos en 2023, más de 260.000 contactos, cinco veces más que en 2020.
Intimidades oficialistas
Las perspectivas electorales del chavismo no son tan optimistas como en anteriores comicios, incluso los validados como regulares y transparentes por países vecinos. Tampoco la situación interna en el oficialismo, en especial tras el arresto hace tres meses del ex vicepresidente Tareck El Aissami: al dudoso origen de su fortuna se añadieron escuchas de colaboradores con líderes opositores.
El chavismo mantiene su discurso central: quién atenderá a los más necesitados de Venezuela si no es Maduro. “ Todo todito se lo van a entregar al gobierno de Estados Unidos, a las grandes transnacionales, a Europa. Quieren la rendición de Venezuela. Y habrá victoria popular”, desafió la vicepresidenta Delcy Rodríguez.
En su último esfuerzo por retener el poder, el oficialismo descartó la posibilidad de resignar la reelección de Maduro en favor de alguna figura nueva, como Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda y fundador de la Juventud del PSUV bajo Chávez, o Rafael Lacava, gobernador de Carabobo.
En cambio, para relanzarse, el chavismo trató de renovar la imagen de Maduro con una campaña mucho más descontracturada que incluyó podcasts, entrevistas como gamer, realities y bailes musicales.
A su favor, la situación económica no es tan grave como la que ha sobrellevado el electorado venezolano las últimas veces que salió a votar. Así, el FMI estimó que Venezuela sería la economía de América Latina con más crecimiento (+4,2) en 2024, según sus “Perspectivas Económicas Globales para el 2024”, que destaca el potencial de mejora de la economía venezolana.
Hace una década, la falta de inversiones en el sector petrolero, más las sanciones económicas de Estados Unidos, derivaron en una grave crisis que disparó la inflación, aumentó la pobreza y empujó a millones de venezolanos a emigrar a la región y a Estados Unidos. Ahora se respiran aires menos pesimistas.
Rebote, dólar y techo
“Venezuela sufrió una caída que no tiene precedentes para un país latinoamericano o incluso a nivel global para un país que no tuvo una guerra”, resumió Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica. La contracción económica entre 2014 y 2020 -años de hiperinflación y cortes totales de suministro de electricidad por déficit energético- fue de 75,5%.
A partir de 2022, se alivió por varios factores: “El Gobierno fue más pragmático en su relación con el sector privado”, permitió una dolarización espontánea y desordenada -levantando los controles de cambio instaurados desde 2003 por Chávez- y abrió las importaciones para aliviar el desabastecimiento, explicó.
Después del impacto de la pandemia, con la economía dolarizada, la inflación fue desacelerando hasta el 51,4% interanual en junio y 8,9% en lo que va del año. Pero el ingreso mínimo es de unos 130 dólares, pagados en bolívares.
Por ello, la mitad de su población sigue en la pobreza multidimensional (51,9%), según la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2023 del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello. Desde 2015, el gobierno venezolano dejó de difundir estas estadísticas.
La mayoría de los venezolanos viven con un promedio de 300 dólares mensuales pero varios millones reciben el salario mínimo (130). El ingreso promedio per cápita en el segmento más pobre es de 10 dólares al mes.
Los mismos estudios proyectan que al finalizar 2024 el Producto Interno Bruto (PIB) del país habrá crecido 4,5%, por encima del 1,3% estimado para 2023, la mitad de esa mejora explicada por la expansión de la actividad petrolera, seguida de minería y de comunicaciones, además de agro y farmecéutica.
Pero “en una economía con una profunda crisis estructural como la de Venezuela toda mejora tiene un techo”, afirma el economista Asdrúbal Oliveros. “Tenemos un Estado colapsado que no puede generar ingresos. Una economía sancionada que mantiene al país aislado. Sin posibilidad de crédito. Con problemas de servicios públicos… En ese escenario, cualquier signo de mejora se diluye”, añade.
Impacto exterior
El resultado de las elecciones venezolanas -como lo es en general desde hace años la situación política, económica, migratoria y de seguridad fronteriza del país- tendrá repercusiones regionales y sobre todo en las relaciones con Estados Unidos como potencia continental, en especial si el escrutinio termina disputado o desconocido.
Para el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, viejo articulador de una salida pacífica de la crisis política del vecino desde su antigua relación con todo el chavismo confronta ahora con Maduro. Primero, por la inhabilitación de Machado.
Y en estos días, por sus amenazas: “Me asustó Maduro diciendo que si pierde las elecciones habrá un baño de sangre. El que pierda recibirá un baño de votos. Maduro tiene que aprender. Cuando ganas, te quedas; cuando pierdes, te vas”.
Lula opinó que la “normalización de la vida política” en Venezuela significa la estabilidad de Suramérica y pidió que los resultados “sean reconocidos todos”.
El presidente de la vecina Colombia, el izquierdista Gustavo Petro, había propuesto que, en simultáneo con las elecciones, acordaran “un plebiscito” para establecer “un pacto democrático” que ganadores y perdedores tuvieran “certeza y seguridad sobre su vida, sobre sus derechos, sobre las garantías políticas que cualquier ser humano debe tener en su respectivo país”.
Las cosas con Argentina son distintas desde que asumió el presidente Javier Milei. En campaña, Maduro lo aludió así al insinuar sabotaje electoral: “Quieren una hecatombe, una tragedia, para gritar ‘suspensión de las elecciones’. Y saldrían los gringos, el malparido de Milei, saldría el (ecuatoriano Daniel) Noboa, la derecha”.
Cuatro expertos electorales de Naciones Unidas asistirán a los comicios y “gozarán de plena libertad para reunirse con actores políticos y sociales, así como con autoridades y expertos electorales”, pero sin las facultades de observación y evaluación de las misiones de la ONU en estos casos, aclaró la organización.
En el Acuerdo de Barbados de 2023, con mediación de Noruega y la participación clave de Estados Unidos, se pactó una observación internacional que incluyera a la Unión Europea (UE), pero el CNI retiró la invitación porque Bruselas sancionó a 50 funcionarios de Maduro. Sólo habrá de BRICS, la Unión Africana y el Centro Carter.
En 2021, la UE había observado elecciones a gobernadores y alcaldes, elogió mejoras en el sistema de votación pero señaló irregularidades, lo que llevó a Maduro a tachar a los observadores de “enemigos” y “espías”.
La Venezuela chavista sintetiza hace años para Washington y sus distintas administraciones el extremo negativo en el escenario geopolítico que el Departamento de Estado dibuja en América Latina y ha operado activamente para revertirlo, política y económicamente. Esto, cuando se cumplen dos siglos de la Doctrina Monroe, que se mantiene vigente en muchos aspectos.
Aún así, funcionarios de Venezuela y Estados Unidos sostuvieron hace poco una reunión virtual y acordaron trabajar para “ganar confianza” y mejorar las relaciones entre ambos países, interrumpidas a nivel diplomático desde 2019, cuando la Administración Trump reconoció la presidencia virtual de Juan Guaidó -como otros 50 países- y amplió las sanciones a sectores petroleros, de gas y minería de oro.
En 2023, el asesor estadounidense Juan González y el presidente del Congreso venezolano, Jorge Rodríguez, ya habían reabierto un canal de “diálogo urgente” en Qatar. Washington permitió a Chevron hacer negocios en Venezuela y alivió las sanciones económicas (parcialmente restablecidas poco antes de estos comicios).