Por segunda vez en la gestión de Milei, multitudes se movilizaron en todo el país en defensa de la universidad pública. El Presidente respondió celebrando y con el veto a la ley de recomposición del presupuesto universitario.
Mauricio Macri recibirá este jueves a los senadores del Pro. El miércoles que viene se reunirán gobernadores, diputados y senadores del mismo partido. Son dos encuentros relevantes para la suerte del veto a la ley de financiamiento universitario, que el presidente Javier Milei apuró en las últimas horas de ayer, al filo del plazo constitucional.
El bloque de diputados del radicalismo acordó establecer un mecanismo de toma de decisión por mayoría. Lo que la mayoría resuelva, se votará. La decisión es algo ambiciosa para un bloque tan fragmentado como el partido mismo: se tomó después de que cinco legisladores del bloque presidido por Rodrigo de Loredo contribuyeron en septiembre a blindar el veto de Milei a la ley jubilatoria.
Nada es seguro en esos dos espacios -Pro y UCR- en Diputados en relación a la ley universitaria. Tampoco en relación al Gobierno. Lo único que se sabe es que al momento de esta crónica, el oficialismo no cuenta con el tercio necesario -son 85 votos- para defender el veto de Milei en la Cámara baja, como sí los tuvo (87) en septiembre.
Vendrán días de negociación entre todos estos actores, Gobierno incluido.
Veámoslo desde el lado de la oposición amigable: sostener un veto a la mejora en el presupuesto de las universidades podría tener un costo incluso más alto que el que supuso blindar el de las jubilaciones. Es verdad que los jubilados también votan, pero en este caso hay más intereses en juego, que cruzan a las universidades nacionales y a las provincias. No será fácil para un diputado, por más persuadido que haya sido de la importancia del equilibrio fiscal, comprometer al gobierno de su provincia en un ajuste a las universidades. Les cabe más a los diputados del Pro que a los cinco radicales, cuatro de los cuales son “sin tierra”, sin un gobernador propio en su provincia.
Es difícil definir hoy al radicalismo. Pero ha sido el partido de la clase media argentina, sector para el que la universidad representó el principal vehículo para el ascenso social desde la reforma universitaria de 1918. No es casual que Córdoba, epicentro de aquella reforma, haya sido ayer una de las marchas en defensa de la universidad de mayor convocatoria. Fenómeno que se vio también en Tucumán y Santa Fe.
Si vemos las cosas desde el lado del oficialismo, se caracteriza por la emocionalidad. Hoy atraviesa un momento de baja racionalidad.
Ya se ha dicho: las encuestas detectan el comienzo de un deterioro de la imagen del presidente y su gestión -más opiniones negativas que positivas- a mediados del mes pasado, después de que Milei vetara la ley jubilatoria. También se sabe que el costo fiscal de la recomposición de las jubilaciones (8% perdido por la inflación de enero y movilidad calculada por el índice de inflación y salarios) tenía un impacto fiscal de 0,44% del PBI este año y de 0,8% en 2025, según datos de la Oficina de Presupuesto del Congreso. Milei logró que Diputados ratificara su veto con el auxilio del Pro y los cinco radicales mencionados: llamó “héroes” a los 87 legisladores que lo blindaron y los agasajó con un asado en Olivos que hizo recordar a los del menemismo, espejo en el que, hay que decir, le gusta reflejarse al Presidente.
Anoche, tras algunos trámites administrativos pendientes, Milei firmó el veto a la ley universitaria. Había sido sancionada también a mediados de septiembre con el voto de los dos tercios del Senado (57 votos a favor y 10 en contra). La ley recompone las partidas presupuestarias para cubrir gastos de investigación, extensión y funcionamiento de las universidades. Y dispone que se actualicen cada dos meses según el índice de inflación. La Oficina de Presupuesto del Congreso estimó su costo fiscal en 0,14% del PBI.
Según el gobierno porteño, ayer marcharon al Congreso de la Nación unas 100 mil personas, de acuerdo a los cálculos siempre conservadores de la policía. La Nación elevó esa cifra a 270 mil, menos que las 430 mil que estimó en la marcha del 22 de abril, de acuerdo a un cálculo de su equipo de infógrafos. La convocatoria, como se dijo más arriba, fue igual o más multitudinaria en capitales del interior. No es solo escuela austríaca: el Presidente parece encontrar un regocijo en su afición por el rigor fiscal, a juzgar por el impacto menor que las recomposición de las jubilaciones y el presupuesto de las universidades representaría en las cuentas públicas. Con multitudes en las calles, su impugnación de anoche se inscribe en esa lógica.
Presidencia difundió previamente lo que fue su interpretación de los hechos de ayer. Una conclusión previsible, a la que llegan todos los gobiernos: la marcha fue política. En efecto, se movilizaron agrupaciones políticas, sociales y sindicales detrás de la consigna de defensa de la universidad pública, gratuita y de calidad, una consigna que atraviesa a todas las sociologías en la Argentina.
Algunas de las figuras que estuvieron en la calle han sufrido un enorme desgaste en términos de imagen y credibilidad tras su paso por la gestión. Habrán creído que era una ocasión para salir de las sombras, como lo habían hecho en la primera de las marchas universitarias. Algunos fueron precavidos y se hicieron rodear literalmente por militancia. Otros se expusieron a la agresión.
Milei tomó estos y otros casos para moldear un dragón de cien cabezas al que enfrentará como un San Jorge. Cristina Kirchner, Sergio Massa, Rodríguez Larreta, Lousteau y Carrió, algunos de los movilizados ayer, constituyen para el Presidente “la convergencia de un nuevo frente populista de izquierda en defensa de los privilegios de la dirigencia política”. Presidencia “celebra este sinceramiento”, dice el comunicado.
¿Extravíos? Han sido semanas difíciles para el Gobierno. La marcha multitudinaria de ayer representa algo más que la defensa de la universidad pública. Expresa un tipo de fastidio social después de meses de un ajuste que ya resulta difícil de clasificar.
Acaso el Presidente se haya hecho a la idea de que la gestión, o el tipo de gestión que encarna, lo obligará a retraerse hacia su electorado original, el 30,4 por ciento que alcanzó en las Paso y la primera vuelta (29,86) y construir desde allí, lejos del 56% del balotaje, para competir en las legislativas del año próximo.
Entre los nuevos hallazgos que dejó su discurso en Parque Lezama, una plaza que no se merece, Milei se dejó tentar por un canto fácil: “Desde ahora, solo habrá buenas noticias”. Mejor no recordar…
Por Walter Curia-Perfil