¿Transita la Argentina su propio calvario como Jesús?
Las cachetadas que recibió Berni no son la noticia política más importante de la semana, pero sí la imagen más poderosa con todas las derivaciones que tuvo: desde las teorías conspirativas hasta el juego del gran bonete, pasando por detenidos dudosos y con parientes llorando por televisión. La política argentina no se priva de nada. Cada vez que se produce un desastre, solo se termina contribuyendo a profundizarlo. Nunca un gesto de cordura, nunca un “perdón, me equivoqué”, nunca una medida paliativa. Solo reflexiones de pacotilla: “Che, con todo esto, ¿no podrá ganar Milei?”. Nadie sabe quién ganará, solo sabemos quién perderá.
¿Estos hechos convertirán a la seguridad en un tema de campaña? Sí para los medios, no para los votantes. ¿Por qué, si es uno de los dos o tres temas más importantes? Porque cuando la sociedad piensa que las opciones políticas no ofrecen nada muy distinto entre sí y creen que nadie podrá mejorar la situación, el issue entra en vía muerta. El tema se diluye como factor de discriminación en la opinión pública. Todo lo que podrá suceder es un corrimiento continuo hacia la dureza. “¿Quién da más?”. “Yo propongo cadena perpetua para todos los delincuentes”. “¿Quién da más?”. “Yo propongo que cuando mueran vayan al infierno”. Etc., etc.
Pero como si tuviéramos pocos problemas (y deudas por pagar), esta semana nos reclamaron (lo digo en plural, porque la fiesta la pagaremos entre todos, tarde o temprano, con más dinero o menos futuro) dos deudas por aparentes errores de cálculo. ¿Dos en una semana, cuando el FMI además, nos advierte que tenemos que ponernos las pilas? Para semana corta es mucho, y eso que Biden recibió a Alberto en donde nunca pudo entrar la jefa. Justo en Semana Santa. Un verdadero Vía Crucis.
Para paliar tanta malaria, Sergio Tomás Copperfield sacó de la galera varios conejos (ya usados en otros trucos) para calmar aguas. Dólares a $ 300 por doquier para conseguir agua en el desierto. ¿Alcanzará para llegar a las PASO de agosto, cuando el agujero fiscal es más grande y febrero fue recesivo? Porque ya sabemos que el lunes post entraremos en una dimensión desconocida, como el personaje del astronauta en la secuencia final de 2001 Odisea del Espacio.
Difícilmente alcance. Las inercias políticas, económicas, sociales y culturales no cambian de la noche a la mañana, ni tampoco se trata solo de proyecciones matemáticas: la desconfianza acelera las crisis. Nada de lo que sucedió en el oficialismo en los últimos tres meses ayudó a modificar la curva de la evolución. Lo que parecía poco probable en enero, se convirtió en una amenaza más sólida sesenta días después. “¡Qué Fragilidad!”, cantaba Sting.
Como los números no se ordenan lo necesario para calmar a las bases electorales, entonces apareció el juego de “el tapado” a partir del final de la columna dominical “del perro”. Algunos hablaron del Chiqui Tapia. Después se mencionó al ignoto Pablo González. El mismo lo desmintió ante periodistas, aunque aceptaría al ser un soldado de la causa. Pero 1) él no representaría ninguna sorpresa impactante (para qué llevar a un desconocido); 2) no significaría nada para la mayoría del Frente ni para sus electores decepcionados, y 3) ¿el tapado se destapa tan temprano? Ya analizamos aquí que CFK no mostrará sus cartas antes de mayo, tras ver cómo evoluciona el panorama.
Como los números no se ordenan ni el tapado aparece, entonces Wado dijo que se aceptaba que hubiese primarias a regañadientes. Unos cincuenta días después de la famosa política que jamás se volvió a reunir, debe recordarse que elaboraron un documento en donde afirmaban que podría haber competencia interna. Dado que van pasando las semanas y ninguno de los nombres despunta (altamente esperable), lo mejor que puede hacer la conducción del Frente es abrir el juego a una Primaria que consagre a alguno/a, ya que 1) así nadie pagará el costo del dedazo, 2) al menos será del gusto popular, y 3) instalará fuerte al ganador, quien llegará a la primera vuelta con el impacto psicológico favorable de tener una base de apoyo propia, no prestada (como Alberto). De hecho, el propio Máximo lo había planteado un poco inesperadamente en una declaración pública el 24 de marzo: “hay que ir a elecciones y que la sociedad defina”.
Más allá de las internas oficialistas, los bifes que se comió Berni y los salvavidas que reparte Massa, esta semana el mundo político aceleró sus especulaciones sobre: ¿Milei en segunda vuelta?, y eventualmente ¿ganando la presidencial?, dado el impacto de los hechos del lunes y los malos presagios económicos. Lo primero que se debe decir es que una aceleración del malestar social no necesariamente tiene que favorecer “al león” porque –ya lo hemos analizado en esta columna– debe computarse qué fichas moverían factores de poder (empresariales, mediáticos) en un escenario de catástrofe.
En segundo lugar, no debe olvidarse la pregunta que muchos votantes se hacen frente a la urna: “pero, ¿y éste con quién va a gobernar?, ¿sin senadores, casi sin diputados, sin gobernadores?”. Ya sé: ahora me lloverán los cuestionamientos respecto a que esa es una reflexión que el grueso del vulgo no hace, que eso es demasiado racional. Pues, les diré que luego de 37 años de profesión (que acabo de cumplir en estos días), los electores son mucho más perspicaces de lo que se supone. Con mi equipo estamos acostumbrados a escuchar cosas como “Fulano es un gran tipo, pero en la política se lo van a comer crudo. Acá hace falta un zorro que sepa cómo manejarse con tantos intereses”.
En la liturgia cristiana Jesucristo es el “cordero de Dios que quita los pecados del mundo y atiende nuestras súplicas”. Así, atraviesa las quince estaciones del Vía Crucis hasta que finalmente resucita entre los muertos. ¿Está la Argentina transitando su propio calvario a la espera de renacer cual Ave Fénix de sus cenizas?, ¿está en las primeras o en las últimas estaciones? Para meditar en tiempos de Pascua.
Por Carlos Fara – Perfil