I.- Menor crecimiento que el proyectado
La economía global crecerá en 2023 menos de lo esperado. Con diferentes estimaciones para la magnitud de la desaceleración, el diagnóstico es compartido entre los principales organismos internacionales. El Banco Mundial es el más pesimista de todos, ya que proyecta que 2023 arrojará la tercera marca más baja en casi treinta años, un guarismo para la economía mundial sólo superado por las recesiones causadas por la pandemia y la crisis de 2008. Una perspectiva menos sombría expresa el Fondo Monetario Internacional (FMI). El organismo estima que la recuperación de la doble crisis generada por el COVID-19 y el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania se mantendrá, pero a un ritmo levemente menor del previsto.
Desde el Fondo entienden que los motores que sostienen esa tibia, pero continua mejora son la recuperación de China, la paulatina resolución de los problemas registrados en las cadenas de suministro y la reducción del impacto de la guerra sobre los mercados de energía y alimentos. Un elemento que los organismos internacionales ponderan como “exitoso” es la decisión sincronizada de los bancos centrales de los países desarrollados de subir significativamente sus tasas de interés para restringir los niveles de consumo y aplacar el novedoso fenómeno inflacionario.
No obstante, la situación no es homogénea. Si bien Estados Unidos parece haber controlado la escalada de precios, en otros países la inflación puede continuar en ascenso y, por lo tanto, no está claro que las subas en las tasas hayan finalizado. La agresiva política monetaria contractiva no redunda en deterioro relevante del mercado de trabajo en los países centrales que, por el contrario, lograron mantener niveles de desempleo bajos.
El sostenido incremento en las tasas de interés, en cambio, sí arrojó como subproductos sendas crisis bancarias en Estados Unidos y Europa. Si bien no configuran una problemática sistémica, como la gatillada por el estallido de las hipotecas subprime en 2008, tampoco puede considerarse que la crisis quedará encapsulada en cuatro entidades (Silicon Valley, el First Republic, Signature y Credit Suisse).
Así como expusieron la fragilidad del sistema bancario, las subas sostenidas en las tasas de interés implican un enorme riesgo para las economías en desarrollo. Como advierten desde UNCTAD y CEPAL, los países en desarrollo enfrentan un escenario externo adverso que afecta al comercio, restringe sus grados de libertad para instrumentar políticas contracíclicas e incrementa la fragilidad financiera de muchas economías, que arrastran elevados niveles de endeudamiento.
El combo es para los países en desarrollo: desaceleración económica y fragilidad financiera. Uno de los problemas que enfrentan estas economías es el elevado nivel de endeudamiento, junto a los crecientes costos para hacer frente a los pagos de sus obligaciones financieras.
La UNCTAD estimó que 81 países en desarrollo perdieron USD 241.000 millones en reservas internacionales en 2022, una disminución promedio del 7%, y más de 20 países experimentaron una caída de más del 10 %, en muchos casos agotando la reciente incorporación de Derechos Especiales de Giro del FMI. En tanto, los costos de endeudamiento, medidos a través de los rendimientos de los bonos soberanos, aumentaron del 5,3% al 8,5% para 68 mercados emergentes. En ese sentido, se renovarán las presiones de los acreedores externos sobre los reducidos márgenes de maniobra fiscal.
Esto implica una mayor exigencia para reducir el déficit -con el consiguiente impacto en una menor inversión pública y gasto social- que garantice el pago de las obligaciones.
La UNCTAD enfatiza que debe retomarse la agenda de reforma de la arquitectura financiera global para avanzar con: a) el establecimiento de un mecanismo multilateral de renegociación de las deudas soberanas, b) un registro de datos validados sobre transacciones de deuda tanto de prestamistas como de prestatarios, y c) análisis mejorados de sostenibilidad de la deuda que incorporen las necesidades de financiamiento climático y de desarrollo.
Las preocupaciones son compartidas incluso por el G7, que por estos días se reunió en Hiroshima, Japón. El comunicado oficial emitido al finalizar las reuniones que mantuvieron los ministros de Finanzas y Presidentes de Bancos Centrales enfatiza la necesidad de abordar, con urgencia, las vulnerabilidades que generan los elevados niveles de endeudamiento de los países de ingresos medios y bajos. Se trata de un histórico reclamo de los países en desarrollo liderado por la Argentina en distintos foros internacionales.
II.- Alto impacto en América Latina
En particular, América del Sur como subregión enfrentaría, según la CEPAL, la menor tasa de crecimiento de América latina, con apenas el 0,6% de mejora en 2023. Así cerraría una nueva “década perdida”, que tuvo un rendimiento incluso peor que la de los ‘80. El flojo desempeño económico para este año en la región estaría influido por varios factores, como la desaceleración de los socios comerciales Estados Unidos, Europa y China, el aumento de la inflación que recorta ingresos reales y el deterioro de las condiciones financieras, luego de la fuerte suba de tasas en las economías centrales.
Como la tasa de interés efectiva promedio que enfrenta la región es mayor que la tasa de crecimiento, hay una creciente presión sobre las finanzas públicas para el repago de la deuda pública, lo cual genera un círculo vicioso porque reduce las perspectivas de crecimiento y, por ende, las proyecciones de recaudación fiscal.
En este contexto adverso, Argentina enfrenta una severa restricción adicional, dada la sequía en el sector agropecuario, cuyo impacto inmediato es la baja en la oferta de divisas en la economía local, de alrededor de 20 mil millones de dólares, sumado al efecto negativo en términos tributarios y productivos. Las últimas estimaciones del Banco Mundial marcan que la economía local no crecerá en 2023, una sensible baja desde el 2% proyectado a comienzos de año.