Misiones Para Todos

Villarruel, la vice que está sola y espera

La figura de la vicepresidencia incluye, necesariamente, internas, desconfianzas y conjuras. Desde allí se sueña con llegar a la cima.

“Prefiero ser el primero en una aldea que el segundo de Roma”.

Julio César

Quizás algún día el sistema institucional argentino prescinda de la figura vicepresidencial. Mientras tanto, su existencia alimenta internas, desconfianzas y conjuras. Es inherente al cargo. Para el Presidente constituye una sombra que habilita la proliferación de sus peores fantasías pues resulta difícil pensar que desde ese lugar no se sueñe, más tarde o más temprano, en llegar a la cima. Cierto es que hubo excepciones en estos cuarenta años de democracia. Víctor Martínez y Gabriela Michetti (vices de Raúl Alfonsín y Mauricio Macri) transitaron su responsabilidad pasivamente.

El premio a ese comportamiento fue la indiferencia y el olvido. Es más factible que Roma pague traidores a que recompense políticos sin ambición. En el caso de Javier Milei y Victoria Villarruel, muchos señalan la madre de todas las batallas en el incumplimiento de la promesa pública que hizo en la campaña electoral el libertario respecto de delegar en su subalterna las responsabilidades de Defensa y Seguridad, poniendo ambos ministerios bajo su órbita. El cambio de opinión inmediatamente después del balotaje, tiene su lógica. Nuestro régimen es presidencialista, no parlamentario. Cuando se altera esa naturaleza se resiente la gobernabilidad. Aún está fresco el recuerdo del loteo de la administración del Frente de Todos, causa principal de la debilidad de Alberto Fernández al que le respondían solo algunos funcionarios. Pero Victoria

Villarruel no aceptó la decisión de buena gana pues ya tenía gente propia para esos cargos y expectativas de proyectarse como la dama de hierro argentina. Defraudada, comenzó a alimentar su autonomía subiendo el perfil con “presencias” en festivales y actos por el interior del país, encuentros con referentes empresariales y un estilo distinto al del Gobierno para vincularse con los senadores en el recinto. La tensión no impidió en los primeros meses las treguas para las fotos. Ambos subieron presurosos a un tanque del ejército en la celebración del 25 de Mayo para, en alegre escenografía bélica, reafirmar la vigencia de la propuesta de “orden y progreso”. Pero las hipótesis de conflicto seguían latiendo debajo de la superficie. La presidenta del Senado, con imagen positiva superior a la de su jefe, resultó intolerable para un mandatario que solo se compara con líderes globales. El fenómeno barrial no admite competencia en la cuadra y mucho menos que los “villarruelines” se jactaran de la primacía en las redes sociales y frente a periodistas y referentes del círculo rojo. Luego la dama bautizó al mandatario como el “pobre jamoncito” de la disputa entre ella y la secretaria general, Karina Milei, lo que habilitó a un sinnúmero de funcionarios la oportunidad de dar pruebas de lealtad esmerilando y aislando su figura. Nada personal, solo cuestión de negocios, le susurran en los pasillos. Milei se encargó personalmente de los correctivos públicos, señalándola como parte de la casta. ¿Hay acaso un pecado más grave en la narrativa de La Libertad Avanza? El mensaje es una oferta que no se puede rechazar: bajar el perfil y alinearse. Así las cosas, el despacho en el Senado se ha constituido en Siberia, un sitio bien alejado del corazón del poder. El “triángulo de hierro” aprovecha la ocasión para perfeccionar la narrativa de campaña: el León no se deja condicionar por nadie. Él fija las condiciones dentro y fuera del espacio. El descenso de la inflación y la euforia financiera le brindan capital político y alimentan su arrojo. Amigos de las excentricidades, sus seguidores podrían confeccionar una bandera con la imagen de un león rampante y la leyenda latina audentes fortuna iuvat (la fortuna sonríe a los audaces).

Para la vice queda el cálculo, la administración del silencio a la espera de una coyuntura más apropiada para encarar una nueva paritaria. Si quiere mejorar su salario (las dos chirolas), no perder atractivo en las encuestas (como reflejan los últimos sondeos) y defender los espacios internos en la Cámara alta, deberá escuchar el GPS que le sugiere recalcular. En este juego, la sobreactuación perjudica. Es más factible que recupere posiciones si aparece como víctima de operaciones políticas que buscan su renuncia o su devaluación que si persevera en las diferenciaciones. La historia reciente presenta un menú variado respecto al comportamiento y la suerte de los distintos vicepresidentes.

El guiño público del presidente Milei a Mauricio Macri respecto de aunar fuerzas para “terminar con el kirchnerismo” y la respuesta pública del jefe del PRO manifestando la disposición de “conformar un equipo de trabajo para representar juntos las banderas del cambio, la libertad y las instituciones”, estrecharían (de traducirse en hechos) los márgenes de acción vicepresidencial. La grieta remixada propuesta para la elección de este año la dejaría en el incómodo papel de testigo o, mucho peor para ella, de tibia o moderada, desperfilándola. Distinto sería el panorama con el PRO jugando por su cuenta. En su último libro, El espíritu de la esperanza, el filósofo Byung-Chul Han afirma que “las personas pueden actuar porque pueden esperar”.

En la administración de los tiempos suele radicar la clave de la acción política.

  • Eduardo Duhalde (1989-1991) Dejó el cargo de mutuo acuerdo para consolidar una base propia de poder desde la gobernación de provincia de Buenos Aires.
  • Carlos Ruckauf (1995-1999) Cultivó un perfil propio y se postuló luego a gobernador de la provincia de Buenos Aires.
  • Chacho Álvarez (1999-2000) Las diferencias con el presidente De la Rúa lo motivaron a renunciar. De allí en más, su proyección política se fue diluyendo.
  • Daniel Scioli (2003-2007) Su primera etapa la transitó en aislamiento, pero su imagen positiva en las encuestas lo reinsertó en el esquema y lo llevó a la gobernación provincia de Buenos Aires.
  • Julio Cobos (2007-2011) A poco de estrenar el cargo, su voto “no positivo” en el conflicto por la 125 lo aisló del gobierno de CFK. Concluyó su mandato y ocupó distintas funciones legislativas.
  • Amado Boudou (2011-2015) Una serie de denuncias públicas lo dejaron fuera del juego político desde el comienzo mismo de la gestión.


De retén, Victoria Villarruel. | Pablo Temes

Por Gustavo Marangoni-Perfil