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Mate “Cosido”: el bandido, la leyenda del benefactor y el misterio sobre su final

Se llamaba Segundo David Peralta. Una cicatriz en la frente originó su apodo. La Gendarmería orquestó un plan para atraparlo pero él logró escapar herido y nunca se supo nada más de él.

El tren se acercó a la estación de Villa Berthet, en el Chaco. No llevaba pasajeros comunes sino a gendarmes que estaban agazapados en los vagones, esperando, nerviosos. Mate Cosido no sabía que lo habían traicionado y que la Gendarmería le había tendido una trampa. Hasta su apodo parece una trampa: los diarios de la época lo titulaban “Mate Cocido” (con “c”, como la infusión), pero al trascender el por qué de su apodo -una cicatriz en la frente- viraron a Mate Cosido.

El 22 de diciembre de 1939, su banda había secuestrado a Jacinto Berzón, encargado de una estancia. Le pidieron a su familia 50.000 pesos de rescate con estas instrucciones: el 7 de enero de 1940, antes de que el tren llegase a Villa Berthet, a una señal debían tirar el paquete con la plata por una ventanilla.

El día fijado, Mate Cosido y “El Tata Miño”, un compinche, hicieron la señal con una linterna y el tren redujo la marcha. Desde una ventanilla tiraron un paquete (tenía recortes de diarios) y los bandidos se acercaron confiados pues la oscuridad los protegía. De pronto, una bengala iluminó el lugar. Mate Cosido quedó inmóvil con la 45 en la mano.

Los gendarmes se incorporaron y tiraron con carabinas Mauser y pistolas Ballester Molina calibre 38 a todo lo que se movía. A la vez, descubrieron una ametralladora pesada Colt 7,65 que estaba tapada con una lona en un vagón bajo y sin techo.

Un balazo dio en la mochila que llevaba el “Tata Miño” y se salvó, pero el jefe sintió que le quemaba la cadera. Le habían dado y quedó expuesto justo enfrente de la ametralladora. Se escuchó un chasquido, y otro más, y otro más. El gendarme artillero se puso pálido. Tenía a Mate Cosido a su merced, pero en el apuro se habían olvidado de quitarle el seguro a la ametralladora. Mate Cosido se alejó rengueando. Gritos y más tiros. El enemigo público número uno del Chaco había escapado.

La historia de Segundo David “Mate Cosido” Peralta

Segundo David Peralta usó siete nombres falsos en su vida pero tenía un solo alias, Mate Cosido, a causa de una cicatriz oblicua sobre la frente, del lado derecho, de un centímetro, que le quedó cuando le cosieron la herida. Eso dice en su prontuario de Gendarmería, que lleva el número uno. También dice que medía 1,65, que tenía pelo castaño, con una “calvicie frontal incipiente”. Sus labios eran finos y tenía orejas grandes. Los años en el monte chaqueño oscurecerían su piel, le harían perder dos dientes y lo enflaquecerían.

Chaco recién sería provincia en 1951. En la década del 30, en ese territorio actuaba Gendarmería. Y lo que no dice aquella ficha es que la Gendarmería se estableció y organizó en el norte con el objetivo de atrapar a Peralta, una empresa impulsada por las firmas Bunge y Born, Dreyfus, La Forestal (el monopolio inglés del quebracho colorado) y los dueños de muchas estancias, a quienes Mate Cosido robaba acusándolos de explotar al obrero.

La Gendarmería no pudo cumplir con su misión. Aquella del tren de Villa Berthet fue la última vez que lo vieron. Cuando escapó a la emboscada, Mate Cosido se convirtió en una leyenda –la del bandido benefactor– y también en un misterio –¿qué fue de él?– jamás resuelto.

Peralta no era chaqueño. Nació en Monteros, Tucumán, en 1897. Tenía cinco hermanos. Al terminar la primaria, trabajó en una imprenta. Era curioso y le gustaba leer todo lo que caía en sus manos tanto como escuchar historias del campo.

Es curioso que Peralta y Juan Bautista Vairoletto, el otro famoso bandido rural de aquellos años, tuvieran problemas con la autoridad por la misma causa. Peralta salía con una chica que también le interesaba a un policía. Vairoletto, en Santa Fe, cortejaba a una jovencita que le gustaba a un cabo. Los dos terminaron igual: se cuenta que les inventaron delitos para sacarlos del medio. Vairoletto mató al cabo y se dedicó al bandidaje; Mate Cosido empezó a robar de verdad. Ambos dejaron a sus familias y perdieron a sus novias. Vairoletto se fue a La Pampa y Mate Cosido, al Chaco.

A diferencia de Vairoletto, que asaltaba al voleo y según la ocasión, Peralta era calculador y planificaba con detalle los golpes con la información que le alcanzaban los peones, las prostitutas o algún policía corrupto. Su banda estaba formada por unos 15 hombres, entre ellos Pascual Miño, alias “El Tata Miño”, Eusebio Zamacola, alias “El Vasco”, Mauricio Herrera, alias “El Indio”, Antonio Rosi, alias “El Calabrés”, y Pedro Fitz, alias “El Alemancito”. Con ellos, asaltó trenes y empresas. También a viajantes, pagadores y productores.

Se escondía en los montes chaqueños y en Santiago del Estero y Tucumán. En Córdoba, tenía una quinta tipo fortaleza donde vivía su mujer, Ramona Romano, y su hijo, Ricardo Fernando.

Mate Cosido, un caso único en el ambiente del delito

Su imagen en la prensa de Buenos Aires era la del bandido que protegía a los pobres. Peralta es un caso único en el ambiente del delito debido a que solía escribir a una revista porteña para desmentir los partes de Gendarmería y contar su versión de los asaltos. Las crónicas periodísticas eran firmadas por el propio autor de los robos. Decía que los verdaderos ladrones eran sus víctimas, que explotaban el suelo argentino y a los campesinos.

El historiador Hugo Chumbita afirma que Mate Cosido y Vairoletto se conocieron. Los presentaron amigos en común, anarquistas. ¿Dónde? En un prostíbulo porteño de Barracas o en un templo masónico de la logia Hijos del Trabajo, de San Antonio 814, también de Barracas.

Vairoletto estaba de paisano. Peralta, con traje negro. Dicen que simpatizaron, que acordaron operar en el Chaco contra la empresa La Forestal. Brindaron por “la anarquía y el reparto de tierras a los chacareros”.

Mate Cosido y Vairoletto

El primer asalto en conjunto fue en marzo de 1938. Asaltaron al gerente de Quebrachales Fusionados, subsidiaria de La Forestal. El siguiente golpe fue un desastre. Eran las diez de la noche del 10 de mayo de 1938, los bandidos rodearon el establecimiento que tenía La Forestal en el paraje Kilómetro 25, pero los estaban esperando y en el tiroteo murió el mayordomo Oscar Mieres. Vairoletto creyó que había un soplón entre los de Peralta y volvió al sur.

Mate Cosido escribió una carta a la revista “Ahora” donde decía: «Otro regalito es la muerte del mayordomo Mieres; mi acusador Manuel Delgado (…) sabe bien quiénes son los verdaderos autores, y si usó mi nombre es para salvar a sus compañeros y tal vez violentado por la policía».

Mate Cosido cometió más robos en 1938 y en 1939 hasta que secuestró a Jacinto Berzón. Uno de sus hombres, Julio Centurión, que cuidaba al secuestrado, lo vendió. Dejó libre a Berzón y por sus informes la Gendarmería preparó la trampa del tren de Villa Berthet.

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La herida en la cadera que se llevó Mate Cosido en esa emboscada era muy seria. Escapó hacia Añatuya, en Santiago del Estero. Los gendarmes le siguieron la pista y hasta encontraron su bombacha de campo manchada con sangre. Durante un año vigilaron allí, en la casa de los padres en Tucumán y en la de su mujer, en Córdoba.

A mediados de 1940, se dijo que había muerto al infectarse la herida de la cadera; se dijo que se refugió en Córdoba; se dijo que la traición lo decidió a abandonar la delincuencia e irse a Paraguay, donde pasó el resto de su vida. Lo único cierto es que tenía 43 años y que nunca más se supo nada de él.

Fuente: El Territorio