Los suplentes son mucho más preferibles que los titulares en el breviario de incertidumbres. Por Jorge Asís
“¿Va a ser Macri?”. En el breviario de incertidumbres surge con frecuencia la duda inapelable.
Alguien asegura: “Mauricio no quiere ser, si se pasa un mes en Qatar, vuelve y se va otro mes a Cumelén”.
Otro que trafica información: «Me cuentan que Juliana no quiere que sea presidente otra vez”.
Cuesta admitir que Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, sea una Celebridad.
Que construya política como una Celebridad que está en los lugares selectivamente indicados. En la Rivera francesa durante el verano de la epidemia. En la estación de esquí de Davos, o en una partida de Bridge en Cardiff.
Consta que a la Celebridad nunca le entra una bala.
Si a cualquier político del montón se le escribe un libro como el del hermano Marianito no puede salir ni fotografiado en el diario. A la Celebridad, en cambio, ni lo raspa.
Hijo de italiano sospechosamente rico. Condecorado siempre por la compañía de bellas mujeres. Secuestrado en un sótano, presidente ganador de Boca, empresario, hoy brinda cátedra sobre el manejo del poder, como si fuera el emblema de la eficiencia.
Un campeón que se sitúa siempre por arriba. Confirma que no es candidato mientras se comporta como un candidato auténtico y sistemáticamente debilita, en simultáneo, a los próceres que se proyectan desde el partidito unipersonal. PRO, La Mutual.
En la terminología ocurrente de Miguel Pichetto, El Lepenito -desperdiciado estadista del peronismo que pegó el salto ansiosamente equivocado- la presidencia debe ser disputada en 2023 por los titulares, y no por los metafóricos que se sientan en el banco de suplentes.
Lugar para otro delegado como Alberto Fernández, El Poeta Impopular, no hay más.
Torneo apasionante de pasado
El de La Doctora, o el de Mauricio. Un clásico aceptable. Un acto de sinceramiento político, para definir históricamente y por penales si el país prosigue su sendero hacia el cadalso acompañado de la intensa resistencia al dominio de La Doctora. O a la combatida medianía estructural de Mauricio.
Sea cualquiera de los dos el vencedor, en Argentina va a continuar el permanente estado de beligerancia.
Ambos se encuentran unificados por el amor y el simultáneo desprecio. Aseguran la vigencia del conflicto perpetuo.
Los dos son líderes, son jefes. Controlan y auditan sus propios fragmentos. No tienen necesidad de afirmar que quieren volver a ser presidentes porque en ambos bandos se organizan sendos «operativos clamor» que en el fondo estimulan.
Son lo suficientemente inteligentes para demorar la decisión de presentarse.
“Todo a su medida y armoniosamente”, repite La Doctora aquella convencional sentencia del General, ante el clamor de los miles que la reclaman como presidenta.
¿Va a ser entonces La Doctora si va Mauricio?, surge en el breviario de incertidumbres.
“No quiere saber más nada, tiene problemas familiares”.
O mejor: “No puede ser porque sabe que si pierde va presa”.
O tal vez peor: “Va a ser candidata en defensa propia, no tiene otra alternativa”.
Cuesta admitir que La Doctora es individualmente la política más importante del país.
Como cuesta admitir que el antiperonismo escoge al jefe del peronismo.
El “fenómeno maldito” mantiene como jefe siempre al más detestado y degradado.
Es la verdad número 21 que ignoran los elementales gatilleros mediáticos que cotidianamente la masacran, sin siquiera comprender que la consolidan en su condición de jefa del “fenómeno maldito del país burgués”, como supo denominarlo el pensador John William Cooke.
Como si los propietarios de los grandes medios de comunicación se propusieran enmendar las culpas de la complicidad desinformativa durante el periodo de Néstor Kirchner, El Furia, con la prisión y humillación de su viuda.
Turno para suplentes
Pero posiblemente sería otro el país si disputaran la presidencia dos cuadros del banco de suplentes, perfectamente entrenados y masajeados y con muchas ganas de entrar a jugar.
Como Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, en Juntos por el Cambio, y Sergio Massa, El Profesional, por el Frente de Todos.
Si estas fueran las opciones, ¿saldría un país menos beligerante? Dispuesto al consenso, al acuerdo, a la negociación para no desperdiciar la oportunidad histórica, el último paso del tren por la estación abandonada.
Mientras los muchos que lo detestan esperan que el ministro de Economía Massa choque la calesita y se estrelle, el gobierno de La Doctora, que preside Alberto, es más Massa-dependiente aún.
Por el mero hecho de haberse atrevido a inmolarse para tratar la resolución del desastre, lo acompaña una aureola de reconocimiento que atormenta a quienes lo consideran apenas un pícaro distribuidor de humos.
Aunque como Macri o La Doctora no acepte ser candidato, son los otros -hasta los adversarios- quienes instalan al Profesional en el bolillero.
Y mientras Mauricio no para de horadar la figura extraña de Rodríguez Larreta, Le Maire de Buenos Aires, también sin decirlo, va directamente por la presidencia y le confirma a Mauricio que lo va a enfrentar, con PASO o sin ellas. Como la señora Patricia, La Montonera del Bien.
Larreta sabe que su fuerte no son los grandes discursos y que tiene el carisma de una cicatriz. Pero lleva 15 años de experiencia en la administración total del Maxikiosco, tiene los fierros necesarios para ser el candidato y arrastra la superstición de su identidad porteña.
Changuito Cañero
23 años atrás, los dos jóvenes, Larreta con academicismo y pelo, y Massa con la insolencia ambiciosa del acelerado, militaban para la campaña presidencial de Palito Ortega.
Desde antes que Palito se uniera al caudillo del suburbio Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Para perder, juntos, con Fernando De la Rúa, El Radical Traicionable.
En su retirada saludable de la política, el cantante Palito, aquel ídolo popular inventado por Menem como político, concentraba la base de las próximas soluciones. Con dos chiquilines transformados en Geniol y El Profesional.
A pesar del Ángel Exterminador, y de La Doctora, queda aún alguna garantía de perforar el ícono del conflicto. Y demoler la vibrante teoría que indica que solo se crece a través de las tensiones de la monotonía del conflicto que conduce al cadalso.