La relación entre supermercados e industrias se tensa por las remarcarcaciones violentas de los grandes proveedores, que desde que ganó Milei —desregulación y devaluación mediante—empujan para ampliar sus márgenes de rentabilidad. Mientras, el consumo acusa el impacto.
El combo de devaluación récord y desregulación de precios con el que Javier Milei inauguró su mandato hace apenas 50 días desató una intensa puja por los márgenes de rentabilidad entre la industria y el comercio, mientras el sector de servicios públicos aguarda que los tarifazos de luz y gas del próximo trimestre agranden su porción de la torta. Con el vértigo de la crisis política y la prematura represión callejera como telón de fondo, la estampida inflacionaria de diciembre y enero pulverizó el poder adquisitivo de sueldos y jubilaciones pero también redibujó los equilibrios de poder al interior de cada cadena productiva, con ganadores y perdedores que ya proyectan ajustes en sus planteles y costos para adecuarse al nuevo mapa.
Al menos para los productos de la canasta básica, el retiro del Estado de los espacios de regulación de precios no hizo florecer el capitalismo aldeano de libre competencia que evocan nostálgicos los teóricos libertarios de moda. Más bien soltó las sujeciones que limitaban a los jugadores monopólicos y oligopólicos. Así, las industrias que más aumentaron sus precios a los supermercados son las que mayores porciones del mercado concentran. Los datos fueron confirmados a elDiarioAR por ejecutivos de dos cadenas líderes del retail y una de autoservicios mayoristas.
Las que iniciaron la estampida fueron Arcor, Molinos y Unilever. Con Milei ya electo pero antes que asumiera, dieron por caídos los acuerdos de precios y subieron 35, 40 y 40% respectivamente sus listas de precios para arrancar la pulseada con ventaja. Arcor, la cordobesa de Arroyito, no solo es la mayor fabricante de alimentos del país sino también la primera productora nacional de cartón corrugado. Las 14 plantas de Molinos, por su parte, manufacturan las marcas Matarazzo, Lucchetti, Granja del Sol, Nieto Senetiner, Gallo, Cocinero y Exquisita, entre otras. La multinacional Unilever hace food (Hellmann’s, Knorr y Maizena) y non-food (Ala, Skip, Drive, Vivere, Comfort, Cif, Axe, Sedal, Rexona, Dove, Lux, etcétera).
Fue solo el puntapié inicial. Esas mismas empresas volvieron a remarcar pocos días después. Y se les sumó la mexicana Bimbo-Fargo —dueña del 80% de la góndola de pan de mesa gracias al aval que le dio a la fusión, una década atrás, Guillermo Moreno— con subas promedio del 120%. Entre el 10 de diciembre y el 31 de enero, según el relevamiento de este medio, los mayores incrementos acumulados fueron los de:
–La Virginia: 200%. Café, té y condimentos.
–Softies: 160%. Élite, Higienol, Babysec, Babysoft
–SC Johnson: 115%. Off, Raid, Fuyí, Baigon, Lysoform.
–Dos Anclas: 100%. Sal, aderezos y saborizantes.
–Cepas Argentinas: 100%. Gancia, Terma, Dr.Lemon.
–Pepsico: 60%. Snacks.
El consumo acusó el impacto inmediatamente. La medición más reciente de la consultora Scentia muestra que la primera semana de enero las ventas en supermercados se desplomaron 19,2% en unidades, la segunda un 5,2% y la tercera un 12,1%. Las peores caídas se registraron en Electrodomésticos (-39,8%) y en Bazar (-18,2%), señal de lo bien que hizo Francisco Adorni en abandonar ese rubro para refugiarse en el sector público de la mano de su hermano, el vocero presidencial, y a cambio de un salario que difícilmente ofrezca el retail.
Cinchada
Carrefour y Coto, las dos cadenas líderes, dejaron de comprarles a algunos fabricantes ante la corrida inicial. Llegaron incluso a dejar góndolas vacías y a denunciar a esos proveedores con cartelitos advirtiendo a sus clientes que les estaban “defendiendo los bolsillos” frente a “aumentos desmedidos”. Papelera del Plata y Papelera San Andrés de Giles fueron dos de las firmas a las que les suspendieron encargos. Hubo quejas airadas entre gerentes y hasta amenazas cruzadas. “Mirá que si nos juntamos los mayoristas y los minoristas te fundimos en un mes”, escucharon en una alimentaria grande.
Los supermercadistas cuidan en realidad un botín que amasaron al calor de la política de ‘Precios Justos’ de Sergio Massa: un market share del 46% en consumo masivo, casi equivalente al 51% récord que tenían a fines de los 90. ¿Cómo lo lograron? Gracias a esas listas negociadas con el Gobierno, que hicieron que productos idénticos fueran hasta 50% más caros en almacenes y autoservicios chinos que en sus góndolas. Así les comieron un nada desdeñable 10% del mercado a los pequeños comercios en el año y medio que duró el tigrense —viejo amigo de Coto— como ministro de Economía, a costa de los márgenes que ahora las fábricas empujan para recomponer. La contrapartida fueron los “chinos” que cerraron. No menos de 500 el año pasado. Se dio por muchas razones pero que pueden resumirse en una cuenta simple que sacan en esa colectividad: si un local promedio dejaba diez años atrás U$S100 mil al año de ganancia, hoy deja U$S20 mil.
La tensión entre los súper e híper y la industria sigue alta. Las remarcaciones se atenuaron pero son más frecuentes. “Ya no vienen listas con el 50% pero cada diez días meten un 10%”, relata atribulado un gerente de compras. Según la consultora LCG, el “índice de difusión” de la inflación (la cantidad de productos que subieron de todo el portafolio en oferta) no bajó del 28% desde que asumió Milei. Incluso en un año de altísima inflación como 2023, el promedio rondó la mitad.
Ante el desplome de las ventas, los proveedores no bajan los precios pero algunos empiezan a ofrecer promociones y descuentos. Resurgieron los “2×1” y los “70% en la segunda unidad” desaparecidos en 2023 con los controles. En el sector lo llaman “invertir en promoción” y a los productos con descuentos los denominan “accionados”. En los rubros donde más se resienten los despachos, cada fabricante ofrece a cada cadena un porcentaje de “inversión en promoción” y eso se traslada al público. El riesgo es que, como empezó a ocurrir en los mayoristas, los consumidores vayan a comprar solo lo que está en oferta. A favor de esas grandes superficies y en contra del pequeño comercio juega la disparada del 150% del gasoil. Al fraccionador ya no le resulta tan barato buscar precios.
El reseteo mileista de la economía, globalmente, propende a una mayor concentración. Así como las fábricas oligopólicas ya venían imponiendo sus condiciones a los comercios más chicos, los súper ahora exprimen a su favor los márgenes más acotados de los fabricantes pymes que producen a pedido las marcas propias de cada cadena. Por eso esas marcas propias avanzaron notoriamente en enero sobre el lugar que solían ocupar las primeras y segundas marcas en las góndolas, al estilo de los Mercadona en España. Hay excepciones como la leche, donde no les queda otra que contratar al mismo monopolista (Mastellone-Arcor) para envasar sus propios sachets y cartones.
Estanflación
Para encontrar caídas de más de un dígito en el consumo de artículos de primera necesidad, difícilmente sustituibles, hay que remontarse a la crisis de 2002. Por eso algunos en el establishment creen que puede funcionar la estrategia oficial de apostar a que el frío de la demanda frene los precios. No es el caso de Martín Rapetti, director de la consultora Equilibra, que esta semana proyectó una tasa de inflación interanual “en torno a 500% a fin de año y un pico de alrededor de 700% en la mitad del segundo semestre”. Argumentó que “la capacidad del BCRA para acumular reservas seguirá siendo acotada durante 2024, a pesar de las exportaciones aumentarán unos US$ 16.000 millones con respecto a 2023”, y que por eso es inevitable un nuevo salto del dólar oficial.
En supermercados de barrios de clase media tuvieron que aumentar la frecuencia de retiro y devolución a las góndolas de los productos que la clientela abandona en la caja
Cuando esa nueva ronda de aumentos de origen cambiario se sume a los tarifazos de gas y luz y la energía y el transporte se sumen a la cinchada, lo más probable es que el ajuste vuelva a recaer sobre quienes viven de ingresos fijos. Los memoriosos del planeta supermercadista recuerdan cómo, en aquel 2002 fatídico, Coto echó a 3.000 empleados en apenas 3 meses. Con el ritmo de rotación actual del personal y la flexibilización que pueda imponer Milei si consigue doblegar la resistencia judicial, ni siquiera harían falta telegramas. “Lo primero es achicar la cantidad de cajas y los horarios de atención. En vez de cerrar a las 21 cerramos a las 20 o a las 19 y bajamos mucho las horas. Se ajustan primero las horas extra, después los part-time y después la nómina. Con dejar de reemplazar a los que se van ya se puede hacer mucho”, explica el ejecutivo de una de las cadenas consultadas.
Claro que esa dinámica deprimiría todavía más la demanda, ya afectada por la incertidumbre que cunde entre los empleados estatales y de contratistas de obra pública, que esta semana advirtieron desde la Cámara de la Construcción que “no pueden soportar más que unas pocas semanas en estas condiciones”. Además, aunque marginalmente, la mishiadura también incrementa ciertos costos. En grandes superficies comerciales de barrios de clase media, por ejemplo, tuvieron que aumentar la frecuencia de retiro y devolución a las góndolas de los productos que la clientela abandona antes de pasar por el lector láser de la línea de cajas.
La Anónima, que domina el negocio en la mitad austral del país, al menos podrá recomprar el 20% de sus acciones hoy en manos de la ANSES si prospera el articulado de la ley ómnibus que terminó emergiendo del contubernio entre la oposición colaboracionista y los gobernadores que aspiran a que se venda el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) para compensar el déficit de sus cajas provinciales. No es seguro que vaya a hacerlo. Ni Federico Braun (entusiasta libertario desde antes del balotaje) ni su hermano Nicolás, ahora al mando del negocio, se quejaron jamás de las gestiones de Ariel Langer ni de Georgina Pessagno, los enviados de Cristina Kirchner y luego de Alberto Fernández a su directorio. Jamás dejó de distribuirse entre los dueños hasta el último peso de sus ganancias.
Quizá sea como les espetó Guillermo Dietrich (padre) a Mario Grinman y un par de colegas más en una reunión de la Cámara de Comercio en diciembre de 2022. “Ganar buena plata se gana con el peronismo. Yo le dije muchas veces a Guillo (por su hijo Guillermo, ministro de Transporte de Mauricio Macri): ustedes tienen mucha universidad pero poca calle”.
El fundador de la cadena de concesionarias de autos, que todavía anda en moto a sus casi 80, también contó a colegas que una noche, cuando sus cuatro hijos eran preadolescentes, vació completamente la heladera de la casa y escondió toda la comida. Cuando fueron a la mañana a desayunar, él los observó un rato desde atrás de una puerta y al cabo de un rato apareció para preguntarles: “Así está en muchas casas ¿vieron lo que se siente?”.
Las industrias que más aumentaron sus precios son las que mayores porciones del mercado concentran. Alina Najlis
Por Alejandro Bercovich-ElDiarioAR