Como en los años 70, William Burns –además de impedir cualquier cercanía con China o Rusia– también apoyó la participación de militares en seguridad interior.
Un exjefe de la entonces SIDE durante un gobierno peronista viajó a Estados Unidos a visitar a uno de sus hijos. En la previa, el delegado de la CIA en Buenos Aires (Station Chief) le había sugerido, aprovechando el viaje, la posibilidad de una entrevista con el director de la agencia de inteligencia norteamericana. Pero ya en Washington virtualmente le cerraron la puerta en la nariz. “El Director sólo se reúne con las agencias con las que podemos hacer operaciones conjuntas”, le explicaron. A otros jefes de la SIDE les fue un poco mejor: el Director pasó a saludar, nunca a reunirse. Años después, en el medio del diluvio de la semana que pasó, el actual director de la CIA, William Billy Burns, aterrizó en Buenos Aires para visitar la Casa Rosada y reunirse con el titular de la ahora Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y con el jefe de Gabinete. Burns difunde un diagnóstico: “tenemos un problema a corto plazo, Rusia; pero un problema mayor, a largo plazo, China”. De China vino a hablar a la Argentina y su perspectiva es que, ahora sí, “se pueden hacer operaciones conjuntas”.
Sin visitas
El vuelo de Billy a Buenos Aires prácticamente no tiene antecedentes. El inmenso Boeing C-17A Globemaster III, de 4 turbinas (actualmente uno de los aviones más grandes del mundo), se posó en Ezeiza poco antes de las 14 del miércoles. El aparato gris sólo tiene la inscripción US Air Force y vino vino precedido de otro avión, un Gulfstream IV, de acompañamiento. Los jefes de la CIA no viajan en un único avión: por seguridad, se mueven en dos o tres aparatos.
Se ha dicho que el anterior jefe de la CIA, Leon Pannetta, estuvo en la Argentina, pero quienes estaban en la SIDE por aquel entonces lo niegan. Por lo tanto, nadie recuerda una incursión semejante de un jefe de la inteligencia norteamericana.
Menos todavía una visita a la Casa Rosada y una reunión con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, además de su par en la AFI, Silvestre Sivori. Se habló incluso de que Burns se entrevistaría con Milei, algo que no se concretó. Pero, a la inversa, los titulares de la SIDE o la AFI que estuvieron en Maryland, sede de la CIA, nunca fueron recibidos ni siquiera por el número 1 de la central norteamericana, el Director. A lo sumo por el 2, David Cohen. Y menos que menos los llevaron a la Casa Blanca a hablar con alguien cercano a Mister President. El alineamiento con Washington produjo milagros: Posse recibió a Burns, pero ya antes estuvo con él en Maryland.
Por los trascendidos, la movida tiene un solo tema relevante: China. El asunto es de máxima importancia teniendo además en cuenta que el gobierno de Milei parece el único de América Latina dispuesto a alinearse con Washington. Brasil, Colombia, México, Chile, están más bien alejados de la órbita norteamericana.
Prioridades de antes, no de ahora
Desde hace décadas se habla de la preocupación de Washington por la Triple Frontera, la zona de Puerto Iguazú (Argentina), Foz de Iguazú (Brasil) y Ciudad del Este (Paraguay). Se supone que de allí partía financiamiento del terrorismo, en especial para la organización libanesa pro-iraní, Hezbollah. En la visita actual, Burns no tocó el tema. Los norteamericanos verificaron que en la zona hay una comunidad sirio-libanesa que aporta fondos –no relevantes– a las mezquitas palestinas, algunas de las cuales son manejadas por Hamás. Pero no es un financiamiento de envergadura ni una fuente de armas o explosivos. Burns menciona la relación del gobierno boliviano con Irán, pero sin poner el acento en esa cuestión.
Hoy por hoy, Washington mira con más atención a otra Triple Frontera: la zona de la frontera norte de Chile, el sur de Perú y el oeste de Bolivia. Se sostiene que de los puertos chilenos se embarca la droga boliviana y peruana, por el Pacífico, hacia la costa oeste de Estados Unidos. Incluso hay tráfico de personas. Sin embargo, no es un tema de especial atención de la CIA: estas cuestiones se las dejan a la DEA y al FBI. En la misma línea, tampoco tienen como prioridad el narcotráfico en Rosario, hoy centrado en una guerra entre bandas más bien pequeñas, herederas de Los Monos y de Esteban Lindor Alvarado.
En cambio, Burns sí insiste en avanzar en la legislación para unificar a las fuerzas armadas y de seguridad, o sea que los militares intervengan en la seguridad interna. No apuntan a una estrategia respecto del narcotráfico sino parecida a la de la Guerra Fría: contra cualquier insurgencia, las influencias “extranjeras” (China, Rusia, Cuba, Venezuela) y, por supuesto, la protesta social. Eso explica por qué Burns también se vio con Patricia Bullrich.
El peligro amarillo
El centro de las visitas norteamericanas –no sólo Burns, sino el secretario de Estado, Antony Blinken, la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, y el consejero de Seguridad, Jake Sullivan– es una ofensiva para aprovechar el alineamiento de Milei. En ese marco, no debe olvidarse que Billy no viene formado en materia de espionaje o seguridad, sino que fue subsecretario de Estado, es decir vice-canciller. En ese marco, la jugada geopolítica está en el centro de la escena y consiste en desplazar a China en todos los terrenos:
*La Hidrovía, principal conducto de proteínas hacia el mundo, que según los norteamericanos registra dos de los cuatro puertos más importantes actualmente en manos chinas (Lima y Timbúes) La Administración General de Puertos (AGP) firmó un amplio acuerdo que pone la Hidrovía prácticamente en manos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, con el argumento que harán estudios técnicos y de dragado. El gobernador Axel Kicillof y otros gobernadores ya objetaron este acuerdo.
*Aviones de combate: La decisión está tomada. El gobierno de Milei comprará los anticuados F-16 norteamericanos que están en manos de Dinamarca y tendrán armamento provisto por Estados Unidos, con la supervisión del Reino Unido. Washington logró desbaratar una compra mucho más conveniente, los Thunder chinos, que vienen con armamento mucho más moderno y alejado de la órbita de control británico. Como es obvio, la compra a China hubiera significado una interdependencia en materia de tecnología, entrenamiento y repuestos.
*Observatorios astronómicos. Pese al vasto territorio chino, la nación asiática impulsó acuerdos para situar observatorios astronómicos desde otros ángulos del planeta. En la Argentina hay proyectos en asociación con China, en Cuyo y Neuquén, con el Conicet y la Conae (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) como protagonistas. En realidad, Washington no tiene grandes argumentos para cuestionar esos proyectos que son científicos o de asistencia a las exploraciones chinas del espacio, pero el punto de vista central se resume en la frase “nada con China, nada de nada”.
*Las centrales hidroeléctricas en Santa Cruz. El gobierno acaba de parar las obras en las centrales Cepernic y Kirchner, la principal inversión china fuera de China. Las centrales debían estar terminadas hace cuatro años y, con la producción de energía, se empezaba el repago. Hubo parada en tiempos de Mauricio Macri, luego una cuestión geológica y ahora se detuvo nuevamente. Para China es lo que se llama un “proyecto tapón”. Si no se pone en marcha, se detiene todo lo demás. Incluyendo el préstamo conocido como swap chino.
*El litio. Hay empresas chinas, como también francesas, canadienses, en el norte argentino. Por ahora, el gobierno de Milei no puso obstáculos, pero la generala Laura Richardson ya advirtió que China viene por el litio y hasta incluyó el mineral en un inventario como si fuera propio.
*Central nuclear. Estaba avanzado el proyecto de instalación de la cuarta central en el país, en Atucha, con tecnología china Hualong. Tras la presión norteamericana, incluyendo la tensión en las negociaciones con el FMI, el proyecto quedó congelado incluso en el gobierno de Alberto Fernández. Ahora directamente está enterrado.
Un regreso que dejó estela
El gigantesco Globemaster y el acompañante Gulfstream dejaron Ezeiza el viernes. No volvieron a Maryland, sino que emprendieron vuelo por encima de Africa y cuando llegaban a Medio Oriente se apagó el localizador. El viernes 22 apareció en Qatar, para participar seguramente de las negociaciones entre Israel y Hamás. El asunto no debe ser fácil, porque Burns sigue ahí. Eso sí, acá en Buenos Aires, debe haber dejado una estela, no en el cielo, sino en la tierra.
Este viernes, en Tokyo, la canciller Diana Mondino se despachó con una frase dura en el NikkeiAsia, “no tenemos mucho que ganar trabajando con países que no sean democracias liberales”. La referencia es obviamente a China y Rusia, pero esencialmente contradice lo que hace el mundo entero: tratar, comerciar, intercambiar con quién más le conviene en cada caso. Con Estados Unidos, China, Rusia, Europa, los países vecinos.
Y en el delirante discurso sobre lo ocurrido durante la pandemia, el vocero presidencial, Manuel Adorni, volvió al ataque el jueves: “estamos sorprendidos. Llegaron 30 camiones chinos. Lo interesante es que son para enfrentar el COVID. Han llegado con cierto atraso, lo que marca la gestión de la pandemia durante el gobierno de Fernández”, disparó Adorni con sorna. La embajada de China en Buenos Aires le contestó que los camiones no son para el COVID sino que son “hospitales móviles de asistencia gratuita que se le brindó al Ministerio de Defensa, que sabe muy bien el propósito de este lote de materiales”.
Justamente la pandemia fue una extraordinaria demostración de la eficacia del multilateralismo: Argentina consiguió vacunas de Rusia y China, mientras las vacunas norteamericanas priorizaban a su propia población y a Europa. Fue una alternativa que permitió que el país empezara a vacunar mucho antes que los países vecinos.
En su afán negacionista, Milei regresa a algo parecido a la Guerra Fría: “los rojos, los zurdos, los comunistas”, como les dijo a los adolescentes del Cardenal Copello.
Por Raúl Kollmann-Página/12