“Lo siento mucho, la vida es así”. En medio de su particular show de burlas y descalificaciones en la cena anual de la Fundación Libertad, Javier Milei se permitió retar con esa frase a quienes murmuraban, con incomodidad, ante una nueva catarata de diatribas presidenciales. En vivo.
Se permitió la andanada irrefrenable, incluso ante la presencia de su colega uruguayo, Luis Lacalle Pou (que se permitió en su discurso plantear la necesidad de un Estado fuerte para combatir inequidades), o de los exmandatarios Mauricio Macri y José María Aznar. Ningún “zurdo”.
Lo más curioso, o no tanto, es que esta vez el destino de esos reproches caricaturescos (por decirlo de manera elegante) eran economistas identificados con el ideario liberal. Entre ellos, los que durante la campaña objetaron su propuesta dolarizadora y los que ahora advierten sobre el retraso cambiario o la brutalidad del ajuste, que puede derivar en una depresión económica más que en una recesión.
Hay que seguir sumando nombres a la extensísima lista de vilipendiados por Milei. Carlos Melconian, el que iba a ser ministro de Economía de Patricia Bullrich, la ministra con la que más cómodo se siente el jefe libertario. Domingo Cavallo, exministro de Economía de Carlos Menem y padre de la convertibilidad. Carlos Rodríguez, exviceministro de Economía de Menem y exmiembro del equipo de asesores económicos mileísta. Roberto Cachanosky, histórico economista liberal. Miguel Ángel Broda, ídem. El catálogo promete ampliarse.
En este índice ya aparecían otros economistas conocidos, del mismo palo. Es el caso de Diego Giacomini, exsocio y examigo personal de Milei. Y el de Ricardo López Murphy, un tótem para el liberalismo vernáculo, tachado de “traidor y basura” y cancelado por el Presidente. Ya ni a estos eventos donde cosechaba ovaciones lo invitan.
Resulta recurrente el encono de Milei hacia gente que puede pensar parecido o que tiene puntos en común con él, como podría ser el antikircherismo. Ojo, también ha criticado a Axel Kicillof, por ejemplo, pero jamás con el nivel de exacerbación que les ha proferido a los teóricamente cercanos.
En todo caso, estos economistas ingresaron al mismo sistema de ensañamiento que el jefe de Estado ejecuta en otros ámbitos, como el de dirigentes políticos y parte del periodismo.
Ahora que vuelve a tratarse una nueva versión light del proyecto de ley ómnibus, cómo evitar el recuerdo de los insultos públicos que les dedicó el Presidente a gobernadores y diputados dialoguistas. “Delincuentes” y “extorsionadores” es lo más suave que les dijo. Son los mismos que tal vez en esta oportunidad sí le aprueben la norma. ¿Habrán dejado de ser casta?
El matar a los propios de Milei se da en especial con quienes en algún momento estuvieron muy cerca de él. Al caso citado de Giacomini o del “arrepentido” Carlos Maslatón, hay que sumar las caídas en desgracia de Ramiro Marra (su exhombre fuerte en CABA), Carlos Kikuchi (el armador político de La Libertad Avanza), Carolina Píparo (su excandidata a gobernadora bonaerense), Guillermo Ferraro (exministro de Infraestructura), Oscar Zago (exjefe del bloque de diputados de LLA) o la diputada Marcela Pagano, entre otros. Más de cuarenta funcionarios designados o por nombrar dejaron sus cargos en apenas cuatro meses y medio.
Interrogante como nota al pie: ¿se incorpora a este menú de heridos a la vicepresidenta Victoria Villarruel? Respuesta hipotética: institucionalmente, no. Desde lo político, sí. Le impiden intervenir y/o participar de las decisiones gubernamentales. Ella les devuelve la misma gentileza. Continuemos.
Milei extendió también su práctica abusiva hacia representantes de la prensa. Y, siguiendo la misma lógica, no precisamente dirigida a quienes podrían ser identificados como cercanos al kirchnerismo: Jorge Lanata, Jorge Fontevecchia, María O’Donnell, Joaquín Morales Solá, María Laura Santillán, Jorge Fernández Díaz, son algunos botones de muestra de la violencia verbal oficial derramada por alguna crítica.
Acaso esta preferencia presidencial por el combate en rodeo propio pueda explicar, además, la dificultad oficialista para comprender el sentido de las multitudinarias marchas en defensa de las universidades públicas que se desarrollaron el martes en todo el país. ¿Eran casta? ¿Eran zurdos? ¿Eran kirchneristas? ¿Eran votantes nuestros? Detonación en la lógica libertaria de amigo-enemigo, tan parecida a los tiempos K y al populismo en general.
El sinsentido se expuso peor cuando se pretendió vincular una bandera de cohesión en torno a la posibilidad de ascenso social, como es acceder a una carrera universitaria, con personajes o grupos políticos con muy mala imagen, algunos de los cuales se sumaron a la protesta. Pobres de ellos si pretenden usufructuarla.
Cabe preguntarse por qué Milei es especialmente agresivo con quienes podría tender puentes. ¿Tendencia autodestructiva? Factible aunque improbable. ¿Disputa de un sentido en común? Verosímil: puede pretender ser la única voz que represente a un sector, el del 56% que lo llevó en segunda vuelta a la Casa Rosada.
“Exige adhesión total. Alabanza absoluta. Discrepancia cero. Especialmente a los cercanos. No soporta que lo contradigan, sobre todo los amigos”, esclarece Maslatón, que de mileísta entusiasta devino en adversario furioso.
Según comentan bajo reserva fuentes oficiales, la ira presidencial hacia los más cercanos también se ha derramado hacia el elenco del Gobierno. Por estos días se multiplican los rumores de que uno de los destinatarios recientes fue Nicolás Posse, el silencioso jefe de Gabinete. El agite de esa versión, que incluye la posible salida del funcionario, corre por cuenta del asesor premium Santiago Caputo, que consiguió más que duplicar los fondos reservados sin rendición de la Agencia Federal de Inteligencia.
De los bramidos presidenciales está exenta la cada vez más poderosa hermana Karina. E imaginamos que de la rabia también están a salvo los perros de Milei. Aunque no sepan decir bien cuántos son.
Por Javier Calvo-Perfil