“Se está pudriendo todo”. A contramano de la sensación pública de que el escándalo en torno al expresidente Alberto Fernández, en la doble investigación judicial sobre corrupción y violencia de género, resulta funcional y es aprovechada por la administración de Javier Milei, de manera subterránea fuentes oficiales alertan sobre temblores secretos. O ya no tanto.
El epicentro de la erupción latente es la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y su omnipresente cultor, el asesor premium Santiago Caputo. Entreverado en mil y una misiones bajo el empoderamiento presidencial –con Karina Milei integran la mesa chica de decisiones–, Caputo mantiene una debilidad especial por el espionaje.
Antes de dedicarse al marketing político, dando sus primeros pasos en una de las consultoras de Jaime Duran Barba, Caputo cursó tres años de ingeniería informática en la Universidad de la Defensa Nacional, antes de que uno de sus profesores favoritos le desaconsejara continuar allí si tenía el propósito de hacer carrera en los servicios de inteligencia.
De hecho, el manejo de ese ámbito tan sensible del Estado fue uno de los cortocircuitos que tuvo en los albores de la actual gestión con Nicolás Posse, el primer Jefe de Gabinete y de quien pasó a depender la entonces Agencia Federal de Inteligencia (AFI), encabezada por su sobrino, Silvestre Sívori. Su eyección, explicada oficialmente desde su aparente ineptitud en la gestión, incluyó rumores encontrados sobre la incidencia en los servicios: en el Gobierno deslizan que la detección de espionaje ilegal a funcionarios fue la gota que colmó el vaso, mientras Posse asegura que su negativa a hacerlo fue lo que precipitó su despido.
Sin Posse, Caputo dio rienda suelta a sus ideas, y veleidades, respecto a la política de inteligencia. Volvió a rebautizarla como SIDE y que dependa de Presidencia. Puso a alguien de su confianza al frente, el técnico mecánico Sergio Neiffert. Armó el rediseño de las funciones, con la ayuda de su amigo y socio Rodrigo Lugones, y las distribuyó en cuatro pomposas agencias (Servicio de Inteligencia Argentino, Agencia de Seguridad Nacional, Agencia Federal de Ciberseguridad y División de Asuntos Internos).
Empoderado, Santiago Caputo mantiene una debilidad especial por el espionaje
Como una curiosidad al respecto, de todas esas nuevas divisiones, sólo una sigue acéfala. Se trata de Asuntos Internos, que en teoría es la que controla todo lo que hace el resto. Está difícil, parece, hallar a la persona indicada. Una dificultad en materia de recursos humanos habitual en el equipo de Milei.
Acaso esa complicación se vincule a la decisión pública más polémica de Caputo: reforzar en $ 100 mil millones el presupuesto de la SIDE. Y ejecutar en tres semanas el 80% de esos fondos, que son discrecionales y evitan pasar por las auditorías del resto del Estado. Al menos así consta en la página gubernamental de Presupuesto Abierto, a la que recurrieron los diputados opositores que denunciaron.
En realidad, según explicaron fuentes al tanto de esas dinámicas de gastos reservados, no necesariamente se utilizaron en estos últimos veinte días desde que salió el DNU, sino que sobreejecutaron presupuestariamente en prevención a que el Congreso rechace ese decreto.
Relacionada al Poder Legislativo, alumbra otra limitación a la verificación de qué hace la SIDE con esos fondos millonarios, ya que continúa sin activarse por decisión del oficialismo la comisión bicameral de seguimiento de las actividades de inteligencia.
Tampoco habría que exagerar la capacidad de la bicameral. Pese a su existencia, desde los años 90 tan amados por los libertarios se usaron fondos reservados para sobresueldos de funcionarios de los tres poderes del Estado, coimas, negocios privados, extorsiones, operaciones y ayudas para los amigos de los gobiernos que se fueron sucediendo, periodistas incluidos.
En el Gobierno se expande la sospecha de que Caputo recurre a ese tipo de prácticas. De hecho, es en ciertos despachos oficiales donde surgen interrogantes relacionados al origen de los recursos que se destinan a financiar a la jauría digital que patrulla a propios y ajenos, por ejemplo. Se multiplican usuarios falsos en redes, se compran audiencias y suscripciones en plataformas de streaming y se blanquea a personajes que recorren la Casa Rosada y trabajan para el mileismo sin necesidad de designaciones formales. Pero cobran. Y provocan recelos.
Desde los sectores en pugna de la inteligencia local se amenazan con carpetas
Ese sentimiento se acentúa a la par de que se amplía el poder de Caputo y se filtran onerosas incorporaciones a la SIDE. Incluidas, entre ellas, las del personal (efectivo o ñoqui) cesado tras el escándalo de los contratos en el Ministerio de Capital Humano vía la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI). Una trampita para disimular contrataciones en el Estado mientras en otras áreas pasaba la motosierra. Muchas de esas contrataciones ahora corren por cuenta de la SIDE.
¿Cuánto habrá tenido que ver en esos traslados y que no escalara el caso OEI un tal Maximiliano Keczeli? Exjefe de Gabinete de Sandra Pettovello, Keczeli está instalado en Madrid, al igual que otro amigo de Caputo (el ya mencionado Lugones), y tiene una asignación en el consulado argentino. Pero no le pagaría Cancillería, sino la SIDE.
Se tejen por estas horas varias conjeturas sobre Keczeli. Una, sabida. Es cuñado de Lucas Nejamkis, hombre muy cercano a Antonio ‘Jaime’ Stiuso, un histórico que dice haber vuelto a influir en los servicios, ahora en la era Caputo. Otra de las inferencias que se hacen sobre Keczeli apuntan a si jugó algún rol en la denuncia de Fabiola Yañez, también instalada en la capital española, como si fuera un facilitador de gestiones. Debe ser una fantasía.
Nota al pie. Lo que no es una fantasía es que el pánico que ha generado en políticos, empresarios, sindicalistas y celebridades la posible pericia en el celular del descuidado Alberto F abrió una oportunidad de negocio: gente que se presenta como perteneciente a la SIDE (entre ellos, dicen, algún procesado por espionaje ilegal durante el macrismo) ofrece servicios de “limpieza”. Celulares y otros dispositivos incriminatorios, objetos de deseo.
Todos estos trapicheos pusieron en alerta a Caputo, quien como buen aspirante eterno al espionaje a veces se deja ganar por la paranoia. Excede a sus reuniones casi a oscuras en La Rural o a encuentros en la Reserva Ecológica, como reveló el usuario @criminaalmambo. Se trata de cuestiones más delicadas.
Hace diez días intentaron “asaltar” a los tiros en su casa de Pinamar a Fernando Pocino, otro histórico ¿ex? SIDE. Sin víctimas, el hecho sucedió luego de que esa misma semana Caputo se juntara con el intendente pinamarense, Juan Ibarguren. El asesor presidencial estaría interesado en que se instale en esa ciudad balnearia una base extraoficial de inteligencia. Algo similar planificaría en San Nicolás, lugar clave en el corredor norte bonaerense hacia Rosario, para lo cual también se reunió con el intendente local, Santiago Passaglia.
Caputo habría recibido otros mensajes intimidatorios, como videos, fotos e información de una tenida de la que participó en el Campo Hípico Militar de Palermo, según difundió el colega Patricio del Pozo. De esos seguimientos provocadores también habrían sido víctimas Neiffert, el jefe de la SIDE, y su segunda, María Laura Gnas, la Señora 8. Y hasta habrían incluido extraños tiroteos en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde estos sectores en pugna de la inteligencia vernácula se amenazan con carpetazos, que podrían desnudar negocios turbios y situaciones problemáticas de las vidas privadas. Lo de siempre. Si se juega con fuego es posible quemarse.
Por Javier Calvo-Perfil