El resultado nacional de octubre bajó las altas temperaturas del clima social, mediático y del círculo rojo. Al menos en cuanto a la sensación térmica.
Transcurrido un mes exacto de la victoria electoral libertaria en los comicios legislativos de medio término, puede decirse que el sistema político y económico se reacomodó ante el respaldo obtenido por Javier Milei.
El principal beneficiario de ese reordenamiento fue el Gobierno, lógicamente, el gran triunfador de la contienda electoral.
Semejante luna de miel contrasta con los tiempos tempestuosos de los últimos meses para el oficialismo, en plena campaña electoral y con aquella derrota mileísta contundente en la elección bonaerense de septiembre.
Así, el resultado nacional de octubre bajó las altas temperaturas del clima social, mediático y del círculo rojo. Al menos en cuanto a la sensación térmica, porque los problemas de fondo no desaparecieron. La magia de las urnas.
El Gobierno hizo su aporte, claro. No sólo se llevó el rédito del respaldo en los votos, sino que procedió a su propio reajuste interno, aún en proceso.
En el caso del Presidente, llama la atención que mantenga en su comunicación el tono mesurado que abrazó en las últimas semanas de la campaña. Tuvo oportunidades pero sigue evitando sus muletillas agresivas en las críticas. “Mandriles”, “ensobrados” y otras piezas clásicas del diccionario mileísta siguen sin reaparecer. Por ahora. Nunca se sabe.
Y por si alguien mantenía algún tipo de duda, volvió a consagrarse el poderío de Karina Milei. La hermanísima presidencial pasó a cobrar velozmente los dividendos, políticos, se entiende: propició la llegada de Diego Santilli por Guillermo Francos en la Jefatura de Gabinete, avaló la sucesión en Seguridad acordada con Patricia Bullrich, entronizó al jefe del Ejército al frente de Defensa y profundizó su intervención en la SIDE (adelantada en este espacio), entre otras muestras de autoridad. Habrá más.
Karina aprovechó el empoderamiento para renovar el blindaje sobre todos sus brazos ejecutores, desde los primos Menem hasta Sebastián Pareja.
Qué lejos parecen quedar las versiones, lanzadas desde el despacho del todavía asesor Santiago Caputo (otro caído en desgracia por el karinismo), respecto a que Cristian Ritondo podía llegar a reemplazar a Martín Menem en la presidencia de la Cámara de Diputados en diciembre.
Más llamativo aún resulta que en las recientes revelaciones sobre el escándalo por las coimas en Discapacidad la lupa pasó de Karina y los Menem a Caputo, por sus nexos con el lobista Miguel Calvete & Flia, algunos de cuyos integrantes ingresaron al Gobierno y debieron ser echados ahora.
Tampoco parecen afectar ya a la hermanísima las novedades en la estafa Libra, con retiros de fondos millonarios en cuentas sospechosas. La ralentización de esa causa judicial seguramente aporta a la tranquilidad karinista.
El peronismo hace su propia contribución a este veranito. Entre internas, pases de factura, realineamientos, balcanizaciones y supervivencias, la principal fuerza opositora desnuda sus limitaciones para continuar confrontando con el Gobierno. Más después de una derrota.
Para peor, el inicio del juicio oral por los Cuadernos de las coimas en la obra pública vuelve a exhibir sin pudor la organización recaudatoria ilegal del kirchnerismo.
Cristina Fernández de Kirchner, desde su prisión domiciliaria y tratando de ocultarse durante las transmisiones remotas de las audiencias, trata de bajar línea de que hay un nuevo tiempo para el peronismo. Que deben cambiar. Pero esa es otra historia.

Por Javier Calvo-Perfil

