Guillermo Francos postergado y vuelve la fantasía del match del león contra todos.
Después del descalabro que sufrió el Gobierno la semana pasada, y la desautorización que experimentó Macri por parte de sus propios senadores, da la impresión que el expresidente y el actual llegaron a la conclusión de que es mejor firmar una tregua, antes de que se note mucho el tamaño de los egos y las ambiciones de ambos. Como le gusta repetir a Sergio Tomás Copperfield, “¡no te enojés, esto es política!”. ¿Cuánto durará? Sabe Dios, porque este es un juego muy complejo y con intereses cruzados. Para muestra valen algunos botones:
Uno. El kirchnerismo negocia con Lousteau la presidencia de la Comisión Bicameral de Control de los servicios de inteligencia, aparentemente para desairar al Gobierno y con la oposición de Macri;
Dos. El kirchnerismo negocia con el Gobierno para votar a Lijo para la Corte, a lo que se opone Macri;
Tres. Macri negocia con Milei una futura alianza electoral, para empezar a “darse besitos”;
Cuatro. Los socios políticos de Lousteau tiene un túnel construido con el Gobierno a través del “joven maravilla” Caputo; y
Cinco. El primo Jorge suma dolores de cabeza con el otro Caputo.
¿Cómo se llama la obra? “Casta de malditos” (excelente film de Stanley Kubrick).
Mientras se desarrolla esta obra, en la sala de al lado se presenta otra función:
- Lousteau está muy cuestionado dentro de su propio partido, sus bloques y sus bases;
- Cristina tuvo que avisarles a sus senadores que Villarruel no es peronista, mientras evita que no haya fugas, y maniobra para que su hijo predomine en la pelea interna en territorio bonaerense;
- Macri se esfuerza por mostrar que él es el líder real del PRO, distanciado de los dos exprecandidatos presidenciales; y
- Milei tiene un desorden infantil en los dos bloques del Congreso, además del ¿irreversible? cortocircuito con su vice.
Uno podría decir que los egos han escalado a la cumbre en toda la política argentina. Eso está presente sin duda, pero se deben visualizar las razones estructurales de este desmadre en la matriz de este experimento llamado Milei. Cuando se produce una disrupción de tal magnitud en el sistema político, acompañada de un ajuste fenomenal, hace que todo el espectro viva en tensión, haciendo saltar la térmica en todos los campamentos. En una etapa donde el variopinto Congreso tiene más poder que nunca desde 1983, al oficialismo de turno le costará mucho ordenar a la política. Cuando existen cortocircuitos en la cúpula del sistema, los escenarios posibles se multiplican. Solo cabe tomar como ejemplos los mandatos de De la Rúa y Alberto.
Esto ya es de por sí amenazante para los que quieran hacer inversiones –quién garantiza qué en esta tormenta– imagínese lector/a si el esquema económico del oficialismo entrase en una turbulencia significativa. Estos últimos días le dieron al Gobierno un respiro: los dólares financieros están bastante estables, el Central termina agosto con balance positivo después de dos meses de déficit, la inflación daría otro pequeño paso hacia la baja, el riesgo-país perforó los 1.500 puntos, hay algunos signos de lenta recuperación y el ministro anunció la prometida baja del Impuesto País. Sin embargo, uno) el centro financiero del mundo sigue dudando de nuestra capacidad de pago para 2025 (¿Toto todavía no depositó los dólares para el vencimiento de enero?): ¿default o reestructuración?; dos) el Indec nos anotició que la actividad fue peor de lo estimado; y tres) se proyecta que el Central podría terminar el año tan negativo como cuando se fue Alberto.
Un dato importante es que está llegando como viceministro de Economía un ortodoxo que es amigo del vilipendiado Rodrigo Valdés. Por si las gestiones árabes de Toto fallan, se filmará otra película: “Siempre nos quedará el Fondo”. El tiempo pasa y la bala de plata sigue sin aparecer. Al respecto, cabe clarificar varias cosas. Milei cree que Trump lo socorrerá tal como lo hizo con el calabrés, pero eso es dudoso porque a) el “amigo” Claver-Carone probablemente será subsecretario de Asuntos Latinoamericanos y podría pedir la cabeza de Francos; b) difícilmente Argentina sea la prioridad para el magnate y el FMI; y c) ¿cuántos fondos podrían habilitar en marzo? Seguro que algo lejos de las necesidades. ¿Y si gana Kamala, qué pasará?, ¿será vista como K?
Paralelamente afloran algunos debates no prioritarios para la sociedad. Van dos ejemplos: 1) el juzgamiento de Montoneros y 2) las declaraciones polémicas sobre las cuestiones de género. No se juzga aquí la relevancia de los temas, pero estas “batallas culturales” son marginales para la gran mayoría. No salen espontáneamente de boca de los ciudadanos en los grupos focales, y cuando se los consulta específicamente tienden a pasarlos por alto. La angustia económica es lo que pervive en la existencia cotidiana. Por eso el Presidente repite que está jugado a una sola gran cuestión: la inflación, porque por eso lo votaron. Es verdad. El problema es qué pasa cuando el foco de la gente viró hacia el desempleo.
Cuando parecía que el Gobierno había hecho un upgrade político al lograr aprobar la Ley Bases y el paquete fiscal, aprobando la materia “Pragmatismo I”, reapareció la fantasía de que en el match Milei vs. Resto del Mundo, se impondrá el Presidente. Para las PASO queda un año y para la general catorce meses. Una eternidad. Lo curioso fue la ausencia de Francos –el “Dibu” libertario– en los sucesos de la semana anterior. ¿Lo relegaron? ¿Creen que con lo que habían logrado ya pueden volver a replicar la historia de Moisés?
Mientras Alberto lleva más de un mes sin poder salir de su casa, hay gente que ya está diseñando un reparto de negocios. Pasa en todo gobierno, mucho más cuando existe un empecinamiento en cambiar las reglas de juego económicas. ¿Habrá una nueva burguesía nacional? Cuando se es tan inquieto, algún jarrón se puede romper.
Por suerte Colapinto recibió el aporte del millón de dólares que le faltaba para subirse a un Fórmula 1 gracias a Bizarrap, porque un muy poderoso empresario argentino ni siquiera le contestó el mensaje.
Por Carlos Fara