Los habitantes de Hilario Ascasubi, una localidad a poco más de 100 kilómetros de Bahía Blanca, sufren por la presencia masiva de esas aves. “No te dejan ni escuchar tus pensamientos”, reclaman
En el pueblo de Hilario Ascasubi, ubicado al sur de la provincia de Buenos Aires y a poco más de 170 km de Viedma, Río Negro, se habla de una relación de 15 loros barranqueros por vecino. Lo cierto es que para las autoridades municipales es “imposible contabilizarlos” y los científicos opinan que podrían ser decenas de miles.
Desde hace años, pero especialmente en los últimos tiempos, el pueblo se encuentra viviendo una invasión plumífera. “Tenemos excrementos en la plaza, en los parques, en el jardín. Blancos están los pisos. Los loritos están comiéndose, literalmente, las instituciones”, le cuenta a Infobae María del Valle Otero, concejal de la localidad.
Hay vecinos que dejaron de llevar a sus hijos a la plaza, como el caso de Otero, y otros deciden mantener siempre cerradas sus ventanas para sortear el ruido ensordecedor: “No te dejan ni escuchar tus pensamientos”, resume. Muchos sufren problemas para dormir por las noches.
“Para espantarlos probaron hacer ruido, golpear los postes, por ejemplo. Me contaba una señora que con unas motos hicieron ruido potente y los loros se fueron, pero claro, ¿eso cuántas veces lo podes hacer? Después se dan cuenta los loros de que eso no surte efecto”, dice Nahir Rodríguez, otra vecina de la localidad.
Los loros barranqueros no son nuevos para los pobladores, e incluso se pueden encontrar en grandes cantidades en otras localidades cercanas como Pedro Luro y Mayor Buratovich. Pero el mayor problema es que, a diferencia de otros casos en los que solo se quedan en la periferia, en Ascasubi las aves sí ingresan al casco urbano.
A 200 kilómetros de la localidad se encuentra el balneario El Cóndor, albergue del 71% de la población de loros barranqueros del mundo, es decir, la colonia más grande de esa especie y de cualquier tipo de loros. “En El Cóndor anidan 70 mil loros. No todos esos son los que están concentrados en Hilario Ascasubi, porque los loros se desplazan hacia todo el sur de PBA”, advierte Natalia Cozzani, del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur (UNS).
En esa línea, hay estimaciones otoño-invierno de más de 20 mil loros que usan los dormideros en Parque de Mayo, Bahía Blanca. No existen cálculos de cuántos ejemplares llegan a Ascasubi y alrededores, pero “seguramente son varias decenas de miles”, señala. Aunque son aves gregarias y bulliciosas, aclara que no son una plaga ni un peligro para los pobladores, mientras estos no entren en contacto directo “queriendo atraparlos y manipularlos”.
Además de las molestias por los ruidos y los excrementos distribuidos en el espacio público, existen grandes pérdidas económicas. “A los vecinos se les queman los electrodomésticos, hay gente que no puede laburar porque no tiene luz ni internet”, agrega la concejal. Y es que las pequeñas empresas que proveen luz y fibra óptica se ven afectadas por los costos de mantenimiento de los cables mordisqueados.
Los loros tienen una rutina diaria ya memorizada por los pobladores. Cerca de las seis y media de la tarde ingresan al pueblo y se posan sobre el tendido eléctrico, uno al lado del otro. Es la “hora pico”. Más tarde se alejan a los árboles ubicados en los alrededores. “Algunas personas que viven en esa periferia tienen bombas de estruendo, pero desde las 20 hasta las 24 horas los escuchas”, detalla Otero. Por la madrugada despiertan a los vecinos y luego se van.
“Empezó hace cinco o seis años a incrementarse la presencia. En esta época, esta especie sale a buscar alimento por la deforestación y el cambio climático, y viene hacia Villarino. Generan inconvenientes tanto para las cooperativas eléctricas como prestadores de cable e internet porque se comen los cables, se corta la luz, y tienen pérdidas económicas importantes”, detalla Gonzalo Silva, secretario de Gobierno del partido de Villarino.
Son varias las estrategias que se utilizaron para intentar alejarlos. De acuerdo con Otero, los láseres funcionaron bien durante dos temporadas, pero luego los loros comenzaron a “darle la espalda” al artefacto. También se utilizaron láseres móviles, pero tampoco surtieron efecto, al igual que las bombas de estruendo.
Una de las mayores preocupaciones es la transmisión de enfermedades a través del excremento, como la psitacosis. La Chlamydia psittaci es un tipo de bacteria que se encuentra en las heces de pájaros infectados, que transmiten la infección a los humanos.
“Tengo 59 años. Cuando era chica los loros tenían psitacosis y aparecían caminando en el campo. No podían volar, o sea, evidentemente estaban enfermos. Eso no lo veo ahora, por ejemplo”, recuerda Nahir. Y es que en la localidad se registró una muerte por esta enfermedad, aunque el municipio niega su vinculación con estas aves.
“Nunca se determinó que fuera por el loro, es más, se supone que fue por paloma. Para que sea psitacosis tiene que ser un ave en cautiverio, en este caso, no hay loros enfermos y están completamente libres, en la naturaleza. Se presume que no hay casos de psitacosis por el loro, aunque sí es una preocupación para la población”, advierte el secretario de Gobierno.
Desde el municipio destacan como un obstáculo su estatus de especie “amenazada”, debido a la Resolución Nacional 795-E/2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable.
“El intendente está articulando con las autoridades nacionales y provinciales para que tomen alguna determinación de qué medidas se pueden tomar para ahuyentarlos definitivamente, desde lo local ya mucho más no se puede hacer. El miércoles llegó un informe de Nación que decía que tenía que intervenir la provincia porque es un recurso natural que corresponde también a las provincias”, indica Silva, y concluye: “Si no hay un trabajo articulado entre las autoridades nacionales, provinciales y técnicas municipales, va a ser complicado.
En esa línea, la investigadora Cozzani advirtió que aún no se conoce una forma que funcione por completo para ahuyentarlos: “Los loros son muy inteligentes, aprenden muy rápido, y por eso hay que buscar distintas estrategias y probablemente combinarlas. No hay una solución simple a corto plazo. Hay que trabajar para probar diferentes alternativas”.
Fuente Por Lara Lukaszewicz infobae