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Jorge Argüello: “Necesitamos darle la mayor cantidad de valor agregado posible al litio que se extrae del norte argentino”

El embajador argentino (por segunda vez) en EE.UU. analiza el rol de ese país como potencia en la geopolítica actual, la importancia de las economías emergentes y el protagonismo que deben tomar en la región Argentina, Brasil y México. La trascendencia de la oportunidad que tiene nuestro país para transformar su matriz productiva si se supera la grieta.

¿Existe la posibilidad de un eventual conflicto entre China y Estados Unidos, y que Argentina y Latinoamérica tengan que decidir, y volvamos a un mundo bipolar?
Diría que el vínculo bilateral más importante del planeta es el vínculo entre Washington y Beijing, todo lo demás se mueve en una u otra dirección con mayor o menor intensidad en función de este vínculo fundamental. Una situación clara de competencia global en donde los dos actores juegan, mueven sus piezas en todos los tableros o en tableros simultáneos, todo el tiempo. América Latina es un escenario más de esta partida de ajedrez, podríamos decir, en donde hay distintas lecturas. Hay quienes piensan que estamos en presencia de una potencia ascendente, de otra potencia que podría ser declinante. Hay quienes piensan que, por el contrario, la acción de esta potencia ascendente despierta, inmoviliza recursos que estaban adormecidos en la supuestamente potencia descendente, y eso está generando una reacción que hace que compitan en situación de paridad en este tablero global. Lo cierto es que Estados Unidos es la principal potencia económica y militar del mundo, no sabemos si lo va a seguir siendo y por cuánto tiempo. Eso va a depender de los acontecimientos y cómo se desarrolle, cómo se verifique, el escenario. Llevo muchos años vinculado a Estados Unidos, la primera vez que presenté mis cartas credenciales acreditado en Washington como embajador de la Argentina fue en el año 2011 y se las presenté a Barack Obama en la Casa Blanca. La segunda vez que presenté mis cartas credenciales fue en febrero de 2020 y lo hice con Donald Trump. Ahora estoy ejerciendo mis funciones bajo la administración de Joe Biden. Yo he visto entonces moverse ese país, si bien presenté mis cartas credenciales en 2011 por primera vez, lo cierto es que vivo en Estados Unidos desde 2007. 

Porque primero fuiste embajador en Naciones Unidas.
Estuve cinco años como embajador de la República ante las Naciones Unidas en Nueva York. Así que desde esa situación he visto muchos cambios y he visto también cómo avanzó el proceso de grieta de la sociedad norteamericana. Cuando parecía imposible que Donald Trump fuera electo presidente, porque hay que recordar que hasta pocos meses antes de aquella elección parecía imposible que una personalidad como la de Donald Trump ganara la presidencia. Yo publiqué un libro que se llama Historia urgente de los Estados Unidos, que se publicó unos ocho meses antes del triunfo electoral de Biden, y probablemente la única virtud que el libro tenga fue la de haber predecido la posibilidad cierta de que Trump se impusiera en esas elecciones. ¿Por qué? Precisamente por la grieta y por la sensación de declinación que una buena parte de la sociedad norteamericana experimentaba, y que estaba necesitando de un liderazgo de características singulares, desconocidas, diría yo, hasta ese momento en el escenario de la política doméstica de los Estados Unidos. Como te decía, presenté mis cartas credenciales con Trump, pero un año después llegó Joe Biden al gobierno de los Estados Unidos. El primer año de mi gestión fue positivo, la verdad es que las relaciones entre Argentina y Estados Unidos avanzaron durante la administración Trump en algunos aspectos, en otros no tanto, pero fue una relación madura entre los dos jefes de Estado, en donde mi tarea se desarrolló con normalidad. Todo se potenció un poco con la llegada de Biden a la Casa Blanca, ahí encontramos rápidamente una sintonía personal entre los dos jefes de Estado. Comenzaron a multiplicarse las visitas bilaterales de Argentina a Estados Unidos, de Estados Unidos a la Argentina. Creo que voy a batir, en este segundo mandato, el récord de la cantidad de ministros del Poder Ejecutivo que visitan Washington. Y esto me parece que es importante porque estamos, tengo que decirlo, en un buen momento de la relación bilateral, y lo digo con la cierta autoridad que supone haber sido protagonista de uno de los peores momentos de la relación bilateral. Porque la verdad es que cuando me tocó en 2011, 2012 tener el alto honor de representar a la Argentina en Washington, fue un momento muy difícil de la relación bilateral. Estaba en la presidencia de los Estados Unidos Barack Obama, en la Argentina Cristina Fernández de Kirchner. Nosotros estábamos sometidos a una presión incesante de los fondos buitre, estábamos en la mitad de la negociación con estos fondos.

Recuerdo que se publicaban solicitadas en contra de la Argentina, en contra de la Embajada, incluso en los principales medios de comunicación. Había un acoso permanente que tenía que ver con debilitar la posición de la Argentina en esa negociación. Pero a la vez había una cantidad de pronunciamientos de los tribunales del Banco Mundial, del CIADI, que venían sistemáticamente fallando en contra de la Argentina, y esto enrarecía más todavía el aire, el ambiente. No se pudo lograr una reunión bilateral entre la presidenta de la Argentina y el presidente de los Estados Unidos. En fin, recuerdo esa época de mi vida con mucho agobio. De ahí pasamos a este estadio. Por eso digo que la relación entre Argentina y Estados Unidos es muy positiva. Estamos bien, hay mucho intercambio, mucha consulta, mucha cooperación. Hay algunas diferencias. Hay mucha complementación, y eso se puede ver no solamente en lo que hace estrictamente a la relación bilateral, sino también en los foros multilaterales. 

¿Y la posibilidad de que algún día escale la competencia entre China y Estados Unidos, que pueda desembocar en una guerra? Recordás la predicción de que todas las potencias emergentes terminaron disputando militarmente el liderazgo con la potencia preexistente, ¿le asignás alguna chance?
Pocas, veo pocas chances. Tengo bastante actividad en el campo internacional, no solamente porque estoy en Washington representando a la Argentina, sino porque además soy el sherpa del presidente Fernández en el G20. Antes de ayer estuve almorzando en la embajada china con el embajador de China en la Argentina, y por la tarde tuve una muy fructífera reunión con Marc Stanley en la embajada de los Estados Unidos. No vislumbro un escenario bélico, pero sí un escenario de disputa. Cuando una potencia está ascendente y la otra está viendo qué pasa con su destino, se exacerba la competencia, por ejemplo, por los recursos naturales. Entonces, sí veo una competencia, como decía recién, que se verifica en todos los tableros o en muchos tableros en simultáneo, pero no visualizo un escenario bélico.

El mundo bipolar que vivimos hasta la caída del Muro de Berlín tuvo consecuencias severas para América Latina, la idea del “continente perdido” que nunca logró desarrollarse, ¿esa tensión entre China y Estados Unidos sería beneficiosa para los países de Sudamérica o podría repetir la situación que a mediados del siglo pasado originó la Guerra Fría?
Podría serlo, en inglés uno diría “if”: si los países de la región son capaces de coordinar una acción política, si son capaces de establecer prioridades compartidas y son capaces de llevar adelante una relación con las principales potencias. En Estados Unidos visito dos veces por semana el Congreso, normalmente voy una vez a la Cámara baja, una vez a la Cámara alta, cada semana, y tengo permanentemente diálogo con los legisladores. Y a la vez con lo que sería el gabinete, la administración, también tengo todas las semanas reuniones, sea que los recibo en la embajada, sea que voy a verlos yo. Casi siempre aparece la preocupación china, el desembarco chino en América Latina en general, en la Argentina en particular, cuando estamos conversando. Yo trato de explicarles que a esa acción hay que contraponer otra acción equivalente. El principal inversor de la Argentina, y lo ha sido en los últimos cien años, es Estados Unidos, considerando los países individualmente. Ahora, uno de nuestros principales compradores es China, y les vengo diciendo a mis interlocutores en Washington: “Ojo que el comprador va a devenir en inversor” y entonces van a ver debilitada su posición. Por lo tanto, tiene que haber una actitud y efectividades conducentes para concretar una potenciación del vínculo económico entre los Estados Unidos y los países de la región.

Si América Latina lograse unirse, podría salir beneficiada de esta bipolaridad. 
Sin lugar a dudas. 

Hablaste de recursos naturales. Argentina integra el G20, cuando uno hace el análisis de producto bruto, población, no está entre los veinte principales países del planeta. Integró el G20 por una prospectiva de lo que podría aportar a Argentina en recursos naturales en el futuro, por reconocimiento de la importancia que podría tener como fuente de alimentación de gran parte de la población asiática, ¿qué importancia tienen hoy respecto de aquel momento, las materias primas, el litio, el cobre, incluso las exportaciones agroalimentarias, no para países como Estados Unidos, que somos competitivos, pero sí respecto de los minerales?
Diría que son determinantes y lo estoy viendo en las negociaciones, estoy permanentemente atendiendo las negociaciones del G20. Es más, la semana que viene voy a estar en la India, en la segunda cumbre de sherpas preparatoria de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, que se va a hacer en el mes de septiembre en la India. Hay un rol creciente de las economías emergentes en particular, “by the way” proveedoras de materias primas, un rol creciente en el sistema de toma de decisiones del G20. El G20 fue creado en el año 1999 a nivel de ministros de finanzas y presidentes o gobernadores de los bancos centrales, y fue creado en 1999. Fijate al final de la década del 90, una década caracterizada por la explosión, el estallido de crisis financieras en la periferia, los tigres asiáticos, Brasil, México, Rusia, Turquía, Argentina. Entonces, como consecuencia de esa década, el G7 toma una decisión que dice: incorporemos a los productores de las crisis de la periferia, porque esas crisis periféricas van a terminar llegando al centro. Entonces se conforma el G20 como una suerte de sistema de prevención que no afectara a los países centrales. Ahora, diez años después, en el año 2007, 2008, la crisis estalló no en la periferia, sino en el corazón del sistema, estalló en Wall Street. Yo estaba en Nueva York ya destinado. Participé de la primera cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que convocó George W. Bush en Washington, en noviembre del año 2008. Desde entonces hasta hoy, siento que hay una consolidación del espacio del mundo emergente. Al comienzo del G20 la agenda estaba marcada casi exclusivamente por los intereses del G7, hoy vemos que la situación ha ido evolucionando. Hay un nivel de coordinación muy superior. América Latina tiene tres países expresados en el G20, que son México, Brasil y la Argentina.

Volvemos a tu pregunta, es indispensable que México, Brasil y la Argentina combinen para después coordinar en el ámbito de las economías emergentes, para que nuestra voz sea escuchada y forme parte del consenso del G20. En eso estamos trabajando. En los últimos tres años, a partir de la primera cumbre de sherpas en Italia, se ha establecido una modalidad de trabajo por medio de la cual cuando se reúnen los veinte sherpas, la noche previa al primer día de reunión en la sede de la embajada argentina, se hace una reunión de los sherpas de las economías emergentes. Coordinamos mucho, coordinamos lo posible, pero estamos en proceso de coordinación creciente, y eso me parece que es interesante. Ese es uno de los motivos que me tienen ahora en Buenos Aires. Desde la Fundación Embajada estamos presentando precisamente una película documental que muestra la evolución de las economías emergentes dentro del sistema de toma de decisiones del G20. Hay que tener en cuenta una cosa, el año pasado el G20 fue presidido por Indonesia. Este año lo es por la India. El año que viene será Brasil. El año siguiente será Sudáfrica. Es decir, hay un rol ahí, no es solamente la sucesión rutinaria de la presidencia, sino que hay un rol que las economías emergentes tienen que jugar. Y en ese rol, la provisión de materias primas, sin lugar a dudas, tiene mucho que ver y es parte central de la discusión. 

Por Jorge Fontevecchia – Perfil