El Presidente vuelve a cantar “Panic Show” de La Renga y otros himnos que conocemos de memoria. Sin embargo, eso ya no suena igual a cuando había una parte de la sociedad con alguna esperanza.
En su campaña electoral hacia la presidencia, Javier Milei repetía eslóganes efectistas con los que se identificó una parte del electorado. Uno de ellos era “Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”. A casi dos años de su triunfo electoral, acaso deba ahora mutar ese final a que “es imposible con lo mismo de siempre”. Semejante cambio, casi imperceptible, viene a cuento de los más recientes vaivenes que atraviesa el oficialismo, a menos de 20 días de las legislativas.
El que se llevó los focos principales fue el enfervorizado y lastimoso espectáculo con el que Milei y La Libertad Avanza decidieron relanzar su campaña electoral. No solo por el desempeño musical o vocal. Puede entenderse que la convocatoria tuviera como objeto intentar cohesionar a la dirigencia y militancia violeta, mucha de ella con ingresos estatales o paraestatales.
El propósito, loable, por cierto, tenía una doble búsqueda. Por un lado, dejar atrás las fogosas internas entre el karinismo de la hermanísima y el caputismo del asesor. Por otro, realimentar el entusiasmo perdido por la derrota bonaerense y, sobre todo, el escándalo de José Luis Espert.
Sucede que, para renovar los ímpetus libertarios, al oficialismo no se le ocurrió mejor idea que repetir la fórmula ya utilizada de que Milei haga un show musical y presente un libro recopilatorio. Ya lo había hecho en mayo de 2024, seis meses después de asumir, cuando impactaban fuerte sus medidas de ajuste, pero la baja inflacionaria aupaba expectativas sociales hacia el futuro.
Ese futuro llegó hace un rato (diría un ricotero) y las ilusiones de mucha gente dan signos de cansancio. O frustración. La economía volvió a estancarse desde mitad de año y el ingreso real en los bolsillos no se recupera. Milei vuelve a cantar “Panic Show” de La Renga. Le suma “Demoliendo hoteles”, de Charly. Y otros himnos que conocemos de memoria.
Sin embargo, eso ya no suena igual a cuando había una parte de la sociedad con alguna esperanza. Peor aún: puede haber quienes en algún momento creyeron moderadamente y hoy se les volvió difícil de digerir. Y no por lo musical, obvio. La recurrencia de la partitura parece instalarse, en el último tiempo, en un Gobierno que hacía gala de su originalidad. Más allá de los resultados de esas decisiones. Lo de Espert es un buen ejemplo.
Como con la estafa Libra o la filtración de audios de Diego Spagnuolo, el oficialismo reaccionó tarde y mal. Encima, se expuso el Presidente, por decisión propia, que se negaba obcecadamente a soltarle la mano al único candidato que él había impuesto en público, contrariando al resto del Gabinete.
También adquiere formato de canción remanida el viaje del equipo económico a Washington. Hace apenas dos semanas que el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, y Donald Trump enviaron una fuerte señal de respaldo a Milei. Eso calmó a los mercados. Un rato.
Otra vez a buscar dólares y el jefe de Estado argentino se volverá a reunir la semana próxima en la Casa Blanca con su colega y amigo estadounidense. Se podría plantear el interrogante de hasta cuándo le servirá al Gobierno hacer lo mismo de siempre. ¿Se le acabaron los conejos de la galera?
Y una pregunta más crucial: después de tanta prueba y error en los años recientes, ¿se puede hacer otra cosa? Tal vez el veredicto de las urnas ofrezca alguna pista.

Por Javier Calvo-Perfil