Los latinos representan casi uno de cada cinco habitantes estadounidenses. A su vez, generan 2.8 billones de dólares en actividad económica y son el segundo grupo étnico más importante en términos políticos
La comunidad latina en Estados Unidos, que se limitaba a unas decenas de miles de inmigrantes en 1900, ha evolucionado con esfuerzo por sus propios méritos hasta convertirse en nuestros días en un factor político, económico, social y cultural formidable en la mayor potencia del planeta.
Casi uno de cada cinco habitantes estadounidenses (62,1 millones de los 334,1 millones, o 18,7%) es de origen latino, 23% más que en la década 2010-20. Y a este ritmo demográfico serán uno de cada cuatro en 2060 (119 millones). Entre 2019 y 2020 los latinos representaron el 65% del aumento poblacional: uno de cuatro jóvenes estadounidenses son latinos.
A su vez, la actividad económica de los latinos genera 2,8 billones (trillions) de dólares, el equivalente a la de México y Brasil sumados, y más que Francia, Reino Unido e India. La evolución ha sido formidable: en 2010 eran 1,7 billones de dólares y en 2015, 2,1 billones de dólares).
Es decir que como un solo país, por PIB, conformarían la quinta economía mundial, según el cálculo de Latino Donor Collaborative (LDC Latino). Y aunque durante la pandemia el “PIB latino” se contrajo, lo hizo menos que en el de otros grupos étnicos estadounidenses, como los no latinos blancos: -0,8% contra -4,4%.
Es ineludible apreciar hoy la importancia política y social de la comunidad latina, en la vida cotidiana y, en especial, cada dos años, cuando se eligen legislaturas y administraciones en todos los niveles, incluida la Casa Blanca y el Capitolio.
El sueño americano
Esa quinta potencia económica mundial virtual que se amasó a lo largo del tiempo se expresa en otros ítems: unos 4,7 millones de negocios en Estados Unidos tienen dueños latinos y 48,4% de la comunidad ya es propietaria de una vivienda.
Los investigadores concluyen, razonablemente, que el éxito económico de los latinos ya está ligado al de todo Estados Unidos, y viceversa. Sin embargo, muchos latinos ven todavía el sueño americano como algo difícil de alcanzar y las nuevas generaciones de inmigrantes creen menos en él.
Por un lado, más de tres cuartas partes de los latinos (77%) decían en 2016 (Pew Research) que se puede salir adelante trabajando arduamente, más que la media estadounidense (62%). También esperaban que su nivel de vida fuera mejor que el de sus padres (75%) y el de sus hijos mejor que el de ellos mismos (72%), cuando en el país en general la estadística bajaba a 56% y 46%, respectivamente.Pero, al mismo tiempo, sólo cerca de la mitad (51%) de los latinos dijo que había logrado el “sueño americano”, y 74% que resulta difícil para ellos.
En 2019, la media de hogares latinos era de 36 mil dólares, una quinta parte del promedio de 188.200 dólares de los blancos. Un tercio de los latinos envía remesas en dólares a su país de origen, entre 50 mil y 60 mil millones de dólares anuales.
En compensación, los latinos nacidos en el país disfrutan de salarios más altos y de una mayor movilidad intergeneracional que los nacidos en el extranjero, indicativo de que pueden superar con el tiempo los obstáculos a la plena participación.
Un voto decisivo
En algunos estados, como California, Florida y Texas, pero también Arizona, Colorado y Nevada, la participación política latina se ha vuelto clave a nivel local y federal. La política hacia Cuba, por ejemplo, está absolutamente influenciada por el comportamiento del voto de la comunidad cubana en Florida.
El voto latino es el segundo más poderoso de entre los grupos étnicos de Estados Unidos, después de los blancos. Unos 12 millones de latinos han participado en los últimos dos comicios y otro tanto sigue en condiciones de sufragar, pero se abstiene de hacerlo (otras minorías son más activas).
La agitada transformación del escenario electoral estadounidense de los últimos años también muestra cambios para esta comunidad: los republicanos han recuperado terreno entre los latinos (32% votó a sus candidatos a representantes en 2020) en detrimento de un voto que era tradicionalmente demócrata (66%).
Aún así, en 2020, en 12 de 13 estados los latinos prefirieron al demócrata Joe Biden sobre el republicano Donald Trump, y en 9 de los 13 el margen fue de al menos 3 a 1 (aunque en Florida cayó a menos de 2-1). Todavía en las “midterm elections” de 2022 un 60% votó a representantes demócratas. El 31% se declaró progresista, el 42% moderado y el 28% conservador.
¿Y el ejercicio de poder? En 2022 había 7.087 políticos latinos elegidos para algún cargo en todos los niveles del país (NALEO), un récord que sabe a poco en relación con el medio millón de cargos totales. Como segundo mayor grupo de electores del país, los latinos representan menos del 2 % de todos los funcionarios electos.
A nivel federal, en el Senado había en 2022 seis latinos (cuatro demócratas y dos republicanos) pero deberían, idealmente, ser 18 en función de la población latina. En la Cámara de Representantes, los 30 latinos demócratas y los 9 latinos republicanos eran menos del 10 % de los 435 miembros de la legislatura.
Las elecciones cada dos años expresan vivamente la diversidad de los votantes latinos, y refuerza la noción de que la comunidad debe ser tratada como un conjunto rico de votantes a persuadir, no como simples objetivos a movilizar hacia las urnas.
Los expertos ya saben que la actual explosión demográfica latina cambiará el cálculo electoral en Estados Unidos, pero también advierten que los votantes latinos son a menudo mal interpretados: son más heterogéneos, menos definidos por su religión y con una distribución geográfica que también está evolucionando.
Hace una década, los 53 millones de latinos representaban ya el 17% de la población total pero sólo el 10% de todos los votantes. Hacia 2030, serán el grupo étnico más joven del país.
Hoy en Estados Unidos cada 30 segundos un latino o latina cumple 18 años y se convierte en elector. En adelante, nadie podrá quedar indiferente frente a ellos ni ignorar su aporte positivo a la nación.
Por Jorge Argüello – Embajador argentino en Estados Unidos