Las duras medidas económicas demuestran –además de la voluntad oficial de activar la motosierra- es que por ahora Javier Milei evita pasarle la tijera a su pragmatismo creciente.
Lanzadas las primeras y duras medidas económicas de recortes, lo que demuestran –además de la voluntad oficial de activar la motosierra– es que por ahora Javier Milei evita pasarle la tijera a su pragmatismo creciente.
Amén de que el ajuste es inevitable en nombre de los desequilibrios macro y microeconómicos que supimos conseguir, sobre todo en los últimos tres lustros y que se aceleraron este año, el Presidente y su equipo se vanaglorian con que esto fue lo que apoyó el 56% por ciento del electorado que les dio el triunfo hace casi un mes.
Milei y su gente omiten en esa lógica uno de los caballitos de batalla de la campaña: insistieron en que la poda iba a pasar por la casta, la política, y no por la sociedad. Y que cualquier advertencia que se hiciera en disidencia formaba parte de la campaña del miedo, que se activó efectivamente desde el oficialismo de entonces con alguna exageración.
Por estas horas, sucede lo inevitable. Al sinceramiento de precios que fueron congelados por Sergio Massa y están notablemente retrasados respecto al resto de los valores, vuelan. El caso testigo, los combustibles.
Si a eso sumamos los anticipos que se hicieron sobre el lápiz rojo estatal, que se traducen además en futuras rebajas de subsidios a servicios públicos y de transporte (también con grandes atrasos), el impacto pega fuerte en la sociedad, no en la política. Encima con salarios que ya venían perdiendo valor de compra.
Como si esto fuera insuficiente para dar otra muestra de flexibilidad, Milei avaló la decisión de su ministro de Economía, Luis Caputo, de que se incrementen las retenciones a las exportaciones y el impuesto PAIS a las importaciones.
Más aún. Producto de las necesidades recaudatorias y de la presión de las gobernaciones provinciales (a los que se les reduce a lo mínimo los envíos de fondos nacionales y perdieron aportes coparticipables), el Gobierno planea revisar la baja del Impuesto a las Ganancias, que incluyó la eliminación de la cuarta categoría. El propio Javier Milei y su entonces diminuta bancada respaldaron aquella modificación impulsada por Massa. Pasaron cosas.
Circula en las redes una reciente entrevista que dio Milei en los estudios de TN, antes de ganar el balotaje, en la que aseguró que se cortaría un brazo antes de aumentar impuestos. Ojalá que su demostrada ductilidad la aplique también a esa promesa de campaña. Nadie le pide tanto.
Por Javier Calvo-Perfil